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Mostrando entradas de diciembre, 2019

En color, en blanco y negro y en sepia

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Ya no me gusta la Navidad. Pero me gustaba en su momento. Siempre hay un momento para todo. Para ser felices y para estar tristes. Para reír y para llorar. Para saltar de alegría o callar. Momentos que se repiten, pero que a veces no están equilibrados.  Todos hemos vivido la Navidad en color. Cuando éramos pequeños. Cuando corríamos por la casa con nuestros hermanos y primos pequeños. Cuando veíamos las interminables luces de colores, el árbol que nos resultaba grande, ajetreado de adornos, estrellado y luminoso. Muchos regalos. Muchísimos. Tantos que luego nos preguntaban por ellos y nunca nos acordábamos de todos. Menos mal que nuestros padres –¡Santos Reyes!–, sí.  La mesa estaba llena de comida que se iba acabando junto con nuestra hambre. Luego, los turrones, polvorones y demás dulces navideños. Lo mejor de la cena hasta que llegaban las riñas y teníamos que dejar de comer. Y, al final, los regalos. (Y algunas envidias, como es lógico). Pero la felicidad irradiaba en

Romanticismo: | Efectos |

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La violencia del mar por debajo del cielo, bóveda acristalada, inundada del fuego, de la parada del tiempo al expulsar de su corazón las vértebras de su montaña interior. Azules de terciopelo, violetas rubios, amarillos grisáceos, naranjas rojizos, granates dorados y allí, al fondo del horizonte infinito, una esfera, la esfera que gobierna, la que nos hace brillar. Ahora es una estrella con mayores reflejos aún. Está tintada de su alma, rodeada, matizada y delineada de un negro plomizo surgido de las entrañas del máximo cuerpo lejano.  Océano que se arrodilla ofreciendo su mano de espuma al cielo que sangra, cuyas nubes se evaporan en un tornado de fuego. Los hombres miran, deslizan sus miradas atemorizadas hacia el cielo. Intimida. Al final observan atentos los cambios del murmullo de lágrimas que reflejan su techo, mucho más lejano que los seres que se creen por encima de. Pero no. Nadie puede a la naturaleza, a su fuerza espectral, a sus quejidos, a sus lloros y a sus grito

Luminismo: | Planos de luz |

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En una misma dimensión se perciben dos planos de luz: el de la naturaleza y el de la humanidad. El primero se desborda de la realidad, de la dramática pulcritud del ser, del reflejo, del espejo salado que acristala una copia de los seres que se miran en él. Es un plano luminoso, serio, en permanente movimiento de claras curvas sobre la arena. Es azul, como el cielo despejado. Está nublado cuando el gris pondera el cielo en positivo. Es negro cuando las sombras tapan como una colcha a los sueños del día. Es, como todo lo que le rodea, una ilusión lumínica, exacta, real, verídica y verdadera, que encharca y envuelve la vida con su blanco y espumoso encaje.  El plano de la humanidad demuestra el rastro de una sonrisa y de una mirada ajenas al sabor vívido y profundo del paisaje de sal. La luz envuelve los rasgos, la tez y el busto de quienes rozan con su alma el océano policromado. El vestido es un lago, un cuadro limitado que esconde el secreto del mar. La luz renace en el lino,

La Cultura Burgalesa y el Ateneo burgalés

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Desde principios de año, tenemos en Burgos un magnífico proyecto cultural en Twitter:  Cultura Burgalesa ( @CulturaBur ), perfil que comparte día a día y sin descanso, todas las actividades culturales de Burgos capital y provincia, junto con varios hilos de carácter histórico y de recomendación cultural. Es en todo momento un lujo leerlos y aprender con ellos.  Hablo de esta cuenta porque es la primera que nos ha apoyado a los artífices del nuevo Ateneo burgalés , una iniciativa que ha surgido desde abajo, desde los jóvenes burgaleses con el fin de cuidar, cultivar y potenciar la cultura en nuestra ciudad. Queremos juntar a jóvenes con interés en aprender, investigar y debatir sobre la cultura y sus numerosos vértices, que entrelazan la vida y el sueño. La cultura es parte de nuestra sociedad y de nuestra genética como personas. Nos educamos en y con ella; nos sentimos parte de ella. Pero solo somos una pequeña parte de su tradición histórica. Cada uno de nosotros vive y