Velocidad

De nuevo comenzaba el vuelo. Las abejas iluminaban con sus zumbidos, a ritmo de orquesta, el interminable auditorio natural. Pétalos y hojas las animaban y acompañaban en su intenso y veloz volar. Se dirigían raudas hacia los bosques, hacia las vías de esmeraldas conciencias regadas de polen. Las abejas solo buscaban sus flores. Cada una la suya, cada hedor exclamado en intimidad resonante, aromas de lirio y libios colores que, como discotecas, bailaban al ritmo del sol y la luna. Resonaban los aullidos eternos y desdoblados, discontinuos enlaces de las alas de los insectos. Componían melodías armónicas sin armónicas entradas, entre salidas de hierbas y fieles colores de deslices cromados. Un concierto de alas que al aire tronaban los movimientos de fuerza, de precisión y destreza ante innumerables instrumentos que ensordecían al viento. Las alas de la vida en rectilíneos contratiempos, con silencios y corcheas entre las arpas de los estambres. La velocidad, inhuman...