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Mostrando entradas de julio, 2019

La ciudad

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Brazos infernales infestos de mugre y polvo. Extractos viejos, ocres y mudos de la miseria reinante. Esquinas flojas, otras duras de óseas filigranas que rasgan la piel hasta hacerla pedazos. Vías largas de punzantes sombras esquivas, de luces que se contraponen enfrentándose a la esperanza. Sí, la esperanza, un ser perseguido. Un ser que se lleva a prisión para que no escape, para que no coloree la monotonía, para que destruya los corazones ambiciosos cargados de ansias desconocidas. La esperanza, encerrada en el centro de la urbe esperando su final: ser degollada en la Plaza Mayor a los ojos de los innumerables garabatos deformes que habitan el estado del desorden; vidas insanas que resquebrajan la paz hasta romperla en mil pedazos.  Cada casa es un nicho de vidas futuras, de sueños convulsos que remueven la tierra. Viven en ellos hojas de libros perdidos, que en las vidas ajenas de quienes los rodean, solo dura su espíritu unos pocos segundos. Nunca disfrutan lo que tienen

Azul

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Por la vereda del infinito el río fluye, disperso, ajeno a la mirada de la niña que se deleita en su juventud a observar sus atentos movimientos. Va y viene como el aire, se comprime y extiende por el mundo, por los recuerdos de aquéllos que ya lo han admirado. También se distingue por ser especie de olvido y ansiedad de imaginación, de descubrirlo otra vez entrando y saliendo por los recovecos de la ciudad. Cuántas almas han vivido y caído en alguna de sus orillas. Cuántas lo han visto hundirse en las ilustres flores del nocturno abismo estrellado. Cuántas lo han visto despertarse coloreando la vida y derritiéndose en un dorado marfil al amanecer. En otros tiempos muchas fiestas, desfiles y bailes se hicieron en torno a sus aguas y por la vida que dejaba caer en forma de cascada, con el fin de bautizar a los que emanan de él.  El Danubio, imperio líquido de la música y del ser. 

Verde

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- En verde. Lo pintamos en verde.  - ¿Por qué en verde? - Porque es un paisaje. - Pero hay paisajes de otros colores. - Bueno, pero son hojas. - Entonces de blanco.  - ¿Y eso por qué? - Las hojas, los folios son blancos.  - Bueno, también los hay de otros colores.  - Ya, es verdad. - De todas formas son hojas de plantas. Y ésas son verdes. - Seguro que hay plantas que no son verdes. - Todas las plantas son verdes. Pero muchas tienen flores. Y esas flores a veces no son verdes. - ¿Y cómo sabemos que las hojas que vamos a pintar nacen del tallo y no de las flores? - Pues no lo sé. Habrá que mirar una por una.  - Para eso las pintamos todas verdes o ninguna.  - Vas a dejar el horizonte vegetal sin color.  - ¿Y por qué no? - Luego los seres que habitan este paisaje no lo van a ver.  - ¿Y por qué no? - Pues porque si no tiene color, no lo ven.  - Que no tenga color no significa que sean invisibles.  - No exactamente, pero los animales se dirigen

En la marea

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Está en calma, está tranquila, está feliz. Las olas sonríen, divertidas. Exploran las cumbres con las que colorean de blanco sus pequeñas montañas de agua, de reflejos de luz, de lentes transparentes hacia el fondo del mar. Las olas siempre están en movimiento. Van y vienen como los deseos, las ilusiones y la tristeza. Cuando lo sientes, sabes que en algún momento se irá, pero nunca cuándo volverá.  Las olas viven en la marea. Viajan durante toda su vida reencarnándose una y otra vez en otra ola, distinta a la anterior: con otros dibujos, otras salpicaduras, otra altura y nueva profundidad. Dura un rato, navega por el mar surcando a sus coetáneas hasta chocar, sin remedio, con una roca, una playa o un silencio desolador, en medio del horizonte de sal.  Son olas, sí. Todas iguales en su colectivo. Todas exactas en su estar e inexactas en su ser. A veces no aparecen por formar parte de la azulada superficie curvilínea. A veces reaparecen cuando la sombra sigilosa de un barco c