La ciudad

Brazos infernales infestos de mugre y polvo. Extractos viejos, ocres y mudos de la miseria reinante. Esquinas flojas, otras duras de óseas filigranas que rasgan la piel hasta hacerla pedazos. Vías largas de punzantes sombras esquivas, de luces que se contraponen enfrentándose a la esperanza. Sí, la esperanza, un ser perseguido. Un ser que se lleva a prisión para que no escape, para que no coloree la monotonía, para que destruya los corazones ambiciosos cargados de ansias desconocidas. La esperanza, encerrada en el centro de la urbe esperando su final: ser degollada en la Plaza Mayor a los ojos de los innumerables garabatos deformes que habitan el estado del desorden; vidas insanas que resquebrajan la paz hasta romperla en mil pedazos. Cada casa es un nicho de vidas futuras, de sueños convulsos que remueven la tierra. Viven en ellos hojas de libros perdidos, que en las vidas ajenas de quienes los rodean, solo dura su espíritu unos pocos segundos. Nunca disfrutan lo que tie...