Esperanza

Es tan bella... Sus pasos sobre el cielo son propios de una divinidad. Y lo es. O no. Quizá sea más. Más aún. Mucho más. Mi corazón siente una atracción inmensa hacia ella, hacia lo desconocido. ¿De quién será? Debía de ser un lucero de pasión su dueño. Un ser dulce, como lo es ahora ella. Ella que ahora acaricia con ternura la tierra a la que mira, a la que sonríe con unos labios dulces, suaves, que rozan la densa cortina estrellada que la admira. Esas antorchas nocturnas la adoran especialmente, la sienten dentro de ella, están enamoradas del encanto que ven y que se refleja en sus ojos como cristales de claro y elegante viento. Yo la veo desde la tierra. La veo irse. No recuerdo cómo llegó, pero sí cómo se ha ido. Es eterna su esencia. Mi mente embrujada de placer vuela con ella dejando caer pequeñas burbujas de incienso, de arte, de plateada y brillante magia. Éramos una solo cuando nadie nos veía. Y ahora somos dos en la infinitud de la soledad. Somos y ya no somos, aunque fuimos...