Mientras sigue lloviendo

Observando por la ventana, veo una cortina. Una cortina exterior que inunda las miradas ajenas y los refugios de la tierra. Las piedras del pasado, negras por absorber la oscuridad del mundo y del ser humano, brillan. Brillan con una luz blanca. Se limpian, se dejan bañar por el cielo negro que las deja limpias, blancas como si acabaran de nacer.

Siempre hay momentos para todo, dicen, o eso dicen los que dicen que dicen de decir. Maldicen de malas maneras malos dichos. ¡Maldición! ¡Cuánto se dice y qué poco se transmite! A veces se comunica más a través de la miope gota de agua de una interminable lluvia. ¿Por qué cuando llueve reflexionamos? ¿Qué tiene la tristeza del cielo y el gris de su sombra que nos hace ensombrecer y pensar? Darnos cuenta de nuestra presencia, a veces ausencia de la misma y otras veces... presente ausencia de uno mismo.



La promesa de vivir no siempre es dulce ni optimista porque cuando uno esta alegre, el cielo llora, demuestra su angustia ante la Naturaleza, inevitable fuerza vital de muerte, la que llega cuando las mayores fuerzas se enfurecen: la tierra, los mares, las montañas, el fuego... Incluso la luna cuando se une en eterno matrimonio con el sol y al día oscurecen y en la noche brillan o mueren con más soledad. Da igual lo que nos ocurra porque siempre veremos la tierra mojada en algún momento con ese olor a hierba mojada, a hierba regada por sueños y nostalgias. El cielo también siente. Y sufre. Y si no es él, si su legado es luz e ilusión, ideas y planes, siempre quedará nuestra propia lluvia. Vemos la lluvia por los ojos, por la mirada que a veces, envidiosa del torrente que baña el mundo, imita la cascada en sí misma y llora.

El momento más excelso que hay es aquel en el que gracias a nuestras propias lágrimas vemos a través de las gotas de lluvia la soledad y nostalgia del cielo que nos tapa, protege y sacia. Y descubrimos el divino momento en el que nuestros sentimientos y nuestra vida se juntan con el cielo y volamos hacia él buscando un infinito mutuo... mientras sigue lloviendo.

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