Por la cuesta
- ¿A dónde vamos?
+ ¿Por qué quieres saberlo?
- No sé, por curiosidad. Igual me estás llevando a una oscura cueva para vete tú a saber qué. ¿A ti qué te parece?
+ No te pongas pesado. Hay que subir la cuesta.
- ¿Esa? ¿Con el calor que hace? ¿Tú estás mal o qué?
+ Esa, sí. No me hables así que te obligo a subirla corriendo y a gatas.
- ¡Habrá como 40 grados y tú con ganas de subir cuestas! Si estuviéramos en Santander a la brisa del Cantábrico... quizá me haría más ilusión subirla. Pero estamos en Níjar. Y tú queriendo subir cuestas.
+ Desde luego que si sigues quejándote te vas a cansar el doble y encima me vas a echar a mí la culpa.
- ¡Es que pensarás encima que no es culpa tuya!
+ ¡Qué importa la culpa!
- La culpa tiene la culpa.
+ ¿De que seas un quejica?
- De que me obligues a subir esta cuesta con este bochorno. Esta noche, tormenta.
+ Entonces refrescará. ¿Ves? No necesitamos de ningún oleaje del nor-te para refescarnos.
- Espero que no me hagas bajar la cuesta lloviendo.
+ ¿Por qué no? Así estarás más fresco y espero que te quejes menos.
- Me quejaré igual. No me gusta subir ni bajar cuestas con mal tiempo.
+ El calor no es mal tiempo.
- Aquí sí. Me voy a derretir.
+ Bueno, bajarás mejor la cuesta.
- ... Ja ja ja, qué graciosa eres.
+ Al menos tengo sentido del humor. Que para aguantar tus quejas...
- ¿Qué quejas? Oye, esto es eterno. Me va a dar algo si sigo subiendo.
+ Bueno, al menos así estarás un rato calladito.
- Per, pero, ¿será posible? ¡Qué desagradable eres!
+ Te lo has ganado tú. Me estás dando la cuesta con tanta queja.
- ¡Encima que es tu culpa!
+ Ni encima ni debajo. A ver si voy a tener que estar aguantándote. ¡Con lo romántico que me parecía subir la cuesta juntos!
- Madre mía. Romántico dice. Si lo llego a saber, nos íbamos de viaje de novios a subir cuestas en verano en Almería. Como te parece tan romántico...
+ No creo que hubiera sido buena idea. Como empezaras a quejarte como ahora, a la subida te amaría, y a la bajada me divorciaría.
- No sé si me casé contigo en esos buenos 80 por tu sentido del humor o por tu sarcasmo. Empiezo a dudarlo.
+ No son horas de dudar eso. Habértelo pensado antes de empezar a subir.
- ¿La bajada me la vas a hacer más eterna?
+ ¿Más que nuestro amor?
- Qué graciosa, en serio. ¿Por qué comparas nuestro amor con la cuesta?
+ No nos vamos a divorciar nunca como sea tan larga.
- ¿Ya te quieres divorciar?
+ No, quiero que se acabe la cuesta.
- Pues queda para rato, aunque no recordaba que fuera tan larga.
+ Ni yo que fueras tan quejica.
- Lo que se aprende con las cuestas.
+ De lo que te das cuenta por hablar más de la cuenta.
- ¿Qué cuenta?
+ La que cuento mientras subo.
- ¿No te aburres?
+ Estoy hablando contigo. Sería triste si me aburriera.
- ¿Tan quejica soy?
+ Tan quejica.
- ¿Te molesta?
+ A ratos.
- ¿Por qué? Es romántico, como dices tú.
+ Qué romance tan pesado.
- A mí también me pesa subir esto.
+ Cuesta. ¿Ya sabes por qué se llama así o aún no te has enterado?
- Me lo imaginaba, pero nunca lo pensé.
+ Oye, lo siento. Olvídalo.
- Tranquila, ha sido divertido.
+ Ya llegamos.
- Ha sido romántico, ¿no crees?
+ Quizá deberíamos ir a ver el Cantábrico. Parece más fresco.
- Quizá.
+ ¿Por qué quieres saberlo?
- No sé, por curiosidad. Igual me estás llevando a una oscura cueva para vete tú a saber qué. ¿A ti qué te parece?
+ No te pongas pesado. Hay que subir la cuesta.
- ¿Esa? ¿Con el calor que hace? ¿Tú estás mal o qué?
+ Esa, sí. No me hables así que te obligo a subirla corriendo y a gatas.
- ¡Habrá como 40 grados y tú con ganas de subir cuestas! Si estuviéramos en Santander a la brisa del Cantábrico... quizá me haría más ilusión subirla. Pero estamos en Níjar. Y tú queriendo subir cuestas.
+ Desde luego que si sigues quejándote te vas a cansar el doble y encima me vas a echar a mí la culpa.
- ¡Es que pensarás encima que no es culpa tuya!
+ ¡Qué importa la culpa!
- La culpa tiene la culpa.
+ ¿De que seas un quejica?
- De que me obligues a subir esta cuesta con este bochorno. Esta noche, tormenta.
+ Entonces refrescará. ¿Ves? No necesitamos de ningún oleaje del nor-te para refescarnos.
- Espero que no me hagas bajar la cuesta lloviendo.
+ ¿Por qué no? Así estarás más fresco y espero que te quejes menos.
- Me quejaré igual. No me gusta subir ni bajar cuestas con mal tiempo.
+ El calor no es mal tiempo.
- Aquí sí. Me voy a derretir.
+ Bueno, bajarás mejor la cuesta.
- ... Ja ja ja, qué graciosa eres.
+ Al menos tengo sentido del humor. Que para aguantar tus quejas...
- ¿Qué quejas? Oye, esto es eterno. Me va a dar algo si sigo subiendo.
+ Bueno, al menos así estarás un rato calladito.
- Per, pero, ¿será posible? ¡Qué desagradable eres!
+ Te lo has ganado tú. Me estás dando la cuesta con tanta queja.
- ¡Encima que es tu culpa!
+ Ni encima ni debajo. A ver si voy a tener que estar aguantándote. ¡Con lo romántico que me parecía subir la cuesta juntos!
- Madre mía. Romántico dice. Si lo llego a saber, nos íbamos de viaje de novios a subir cuestas en verano en Almería. Como te parece tan romántico...
+ No creo que hubiera sido buena idea. Como empezaras a quejarte como ahora, a la subida te amaría, y a la bajada me divorciaría.
- No sé si me casé contigo en esos buenos 80 por tu sentido del humor o por tu sarcasmo. Empiezo a dudarlo.
+ No son horas de dudar eso. Habértelo pensado antes de empezar a subir.
- ¿La bajada me la vas a hacer más eterna?
+ ¿Más que nuestro amor?
- Qué graciosa, en serio. ¿Por qué comparas nuestro amor con la cuesta?
+ No nos vamos a divorciar nunca como sea tan larga.
- ¿Ya te quieres divorciar?
+ No, quiero que se acabe la cuesta.
- Pues queda para rato, aunque no recordaba que fuera tan larga.
+ Ni yo que fueras tan quejica.
- Lo que se aprende con las cuestas.
+ De lo que te das cuenta por hablar más de la cuenta.
- ¿Qué cuenta?
+ La que cuento mientras subo.
- ¿No te aburres?
+ Estoy hablando contigo. Sería triste si me aburriera.
- ¿Tan quejica soy?
+ Tan quejica.
- ¿Te molesta?
+ A ratos.
- ¿Por qué? Es romántico, como dices tú.
+ Qué romance tan pesado.
- A mí también me pesa subir esto.
+ Cuesta. ¿Ya sabes por qué se llama así o aún no te has enterado?
- Me lo imaginaba, pero nunca lo pensé.
+ Oye, lo siento. Olvídalo.
- Tranquila, ha sido divertido.
+ Ya llegamos.
- Ha sido romántico, ¿no crees?
+ Quizá deberíamos ir a ver el Cantábrico. Parece más fresco.
- Quizá.
Un santo ! Verdaderamente , un mártir del amor .
ResponderEliminarPruebas , la vida es una secuencia de pruebas. De cuestas. Pero no son pruebas justas. No hay Juez imparcial...en fin...