Espacios de colores


Entorpecidos ojos, hiel en las miradas más profundas de miel y sosiego. Un zafiro translúcido es cada uno de tus focos visibles, e invisibles. Con ellos no miras, observas. Ves en cada una de las redondeadas esquinas un vértice, un entramado plástico, extracto de grises tumultos de viento, de claro hielo esmeralda, sin vida. Tus dedos, yemas carentes de color, yemas sepia que intentas esconder entre las noches grises, entre los pálpitos de tu corazón, a veces negros, a veces blancos, tonalidades infinitas como los carretes de tu canon. Espejo es tu alma, nimia, envuelta de sentimientos de mora con una lazo pintado de la pasión nocturna que exprime tu mente al hacerse un zumo de naranja. 

Sí, naranja es tu bolso. Con él sales casa, coges la vía verde y desciendes por el embudo yerto de losas y baldosas de extremada grandeza que recorren las sienes de tu ciudad, de todas las que envuelven el mundo de reflejos dispares de gafas de sol. El cielo siempre tiene el mismo color, piensas. Tampoco lo miras, no te interesa. El cielo solo te entrega su calma o su lloro, sus risas y su furia en tiempo de oro y estaño. Extraño te sientes sentado en un banco. Beis, crees. O blanco, o de cualquier tinte, no importa, todo le rebota, de todo pasa y a todo quiere olvidar, de todo cuanto ve y oye quiere huir. Pero no ves su fuerza porque tú no piensas en él. Es un simple triste objeto que utilizas para descansar, sin darte cuenta de que con tu peso él cumple su función y la disfunción de ser desgastado, perdido y muerto. 

Inmensos colores de bemoles esferas, de pigmeos poliedros que recurren a la brisa que acaricia tu pelo. Ni tú ni nadie sabéis cómo pintar la naturaleza de la viva capa de azúcar que recubre cada caramelo, cada suspiro en flor. Te fijas en aquel semáforo, lejos de ti y tan cerca de la cálida sensación que sientes al sentir sus estrellados colores sobre la esencia del estéril sustrato que envuelve la clamorosa vida que dices que vives. La ciudad, ejemplo de un envoltorio del humo de amoníaco, de violácea cicuta y del fósforo arsénico que inunda las mentes ennegrecidas, los escapes de gas de la locura sobre ruedas. 

Comentarios

  1. Escribes muy bien, mas calidad de sentimientos y emociones me hace sentir. Y sentir es arriesgar es lo que se me ocurre ahora. Es el efecto de la obra poética excelente que muestras. Gracias por cruzarte conmigo maestra.

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