Cotidiano

Es de día. Levántate que ya va siendo hora. Desayuna. Haz tostadas. Ponles aceite, pero aceite de oliva. De ese virgen, virgen extra. Es bueno. Te lo garantizo. ¿Te gusta la mermelada? Sí. Claro, claro que te gusta. Me lo dijiste el otro día. Aquel día de aquel año en el que nos conocimos. Aquí. En tu casa. Frente a las tostadas. Mientras se calentaba el aceite con la luz del sol. Por si no lo sabes, así se estropea. Enhorabuena, acabas de empezar el día y ya sabes algo nuevo. Ya has vivido algo, no mucho, bastante, en realidad. ¿Qué tal te encuentras? No te he preguntado... me pongo a hablar... y se me olvida. Disculpa. Sírvete la leche y el café. Y caliéntalo. No me mires así. Ya tendrás tiempo de que se enfríe.
Vístete y sal. Pero sal de salir, que luego te confundes y miras el azúcar. Venga. ¿Que te quieres duchar?  Pues dúchate. Venga. Quítate el pijama, coge ropa limpia, déjate cerca de la cortina una toalla. Que veo que se te olvida. Ahora métete en la ducha y échate agua encima, ni muy caliente ni muy fría. La justa, que está cara. Apaga el agua, que se gasta. Enjabónate. Con ese no, con el de frutos rojos. Sí, ese. El que te regalé por tu cumpleaños el año pasado. Qué poco te lo pones que tanto te dura. Venga. No me mires así. Huele mucho mejor ese que el que te echas tú, que no tiene nada, que no huele a nada. Venga. Cuanto antes acabes, antes podrás salir. No te enfurruñes. Muy bien. Aclárate. Con el agua ni muy caliente ni muy fría. La justa. Sal. De nuevo. Coge la toalla. Sécate. Así, con ritmo. Que luego tardas mucho. Venga. Sécate bien. Así. Y ahora vístete. Primero la ropa interior. Muy bien. Luego, el pantalón. Así. Y ahora la camisa. Qué bien te queda. Ponte los calcetines y los zapatos. Péinate y échate colonia, no vaya a ser. Así. Muy bien. Ya estás listo. Ya puedes salir. Cuando salgas, no te olvides de mirar al cielo de disfrutar del sol de la luna de las estrellas que detrás se esconden de la naturaleza de la vida de los viandantes de la contaminación del ruido de la muerte que no ves de la luz de la que disfrutas de la oscuridad que ensombrece el futuro de la ausencia de lo presente de la presencia de lo ausente de la alegría de la tristeza de la soledad de la melancolía de la añoranza de la ira de la simpatía de las sonrisas de las miradas de la gente que no te ve de los que te observan de los que se acuerdan de ti, pero sobre todo, de los que no saben ni que existes porque ellos son los que algún día descubrirán que tú también eres uno de ellos. Ve, sal, vive y cuando vuelvas, trae el pan. 

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