Receta de interiores

1. Extractos del diccionario. Fonemas, morfemas, signos de puntuación, mayúsculas y minúsculas. Todo junto. 2 cucharadas de cada uno. Echarlo con un tenedor. Colar cada elemento por las rendijas de la seguridad. 
2. Rayas y puntos. Echar muchos. También dibujos sin nombre ni figura concreta, que se puedan deformar. Nunca se sabe qué signos se pueden necesitar. Muchos puntos para todo. No importa si es para decorar o para finalizar el plato, se necesitan para todo. 
3. Tinta. Mucha tinta. De todos los colores, aunque sobre todo negra. Si sobra de las demás, queda absorbida por esta. No es bueno que sobre y menos si es material de primera necesidad. 
4. Borrón y cuenta nueva. Sí, se necesita autocrítica y la opción de borrar. No importa con qué. Echar lo que sea que pueda borrar la tinta y los colores. También las dudas. Y después, ya si eso, se vuelve a empezar (a escribir y a leer). 
5. Imaginación. Hay que tener medidas imaginarias para suponer los márgenes y desdibujar los renglones. No queremos que se caigan las palabras del folio. 
6. Escoba y quevedos. Necesitamos escoba para tirar los textos que no valgan y quevedos para ver las letras que se nos caigan de la estantería y haya que volver a colocar. 
7. Recipiente. Un recipiente grande: mesa amplia y estudio luminoso. No abrir la ventana, pueden salir volando los renglones (en ese caso, volver el punto 5). 
8. Fuentes de vida. Para poder escribir, necesitaremos algún artilugio que tenga tinta o se pueda mojar en ella. Mejor dos, por si se rompe o se pierde. ¿Qué haría un escritor si se queda sin artilugio de escritura?
9. Tiempo. El escritor necesita tiempo. Y si no, habrá que inventarlo (punto 5) o robarlo de otro sitio –como prefiera él–. 
10. Disposición y valentía. Hay que querer y creerse capaz de dibujar los trazos que el corazón sienta, la mirada quiera observar y el cerebro quiera disfrutar. ¿Cómo hará un escritor con ganas pero sin voluntad para escribir?
11. Suerte. Un poquito, a modo de especia. No se necesita mucha porque pierde su efecto. Solo el escritor puede y habrá de ser capaz de dar luz al texto.
12. Un cucharón. Para remover el mundo, la luz y dar forma al texto en el papel.
13. Una sonrisa. Bien grande y ancha para dedicar a la obra una vez finalizada.


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