Black

Había salido perfecto. No había sangre, el arma no podía encontrarse cerca de la escena del crimen y, en el caso de que se averiguase su paradero, nada ni nadie conseguiría relacionarlo con el crimen, con este crimen. Sin embargo, toda precaución es poca. Y por eso vas a ayudarme a que no se note. A que nadie nunca descubra la verdad. O si no, tú y yo, sí, tú y yo estamos muertos. Y muertos de verdad. No me apetece tirarme toda mi vida natural en un cubículo oscuro sin poder escribir. No, señor. Si nos pillan, sea de quien sea la culpa, tú y yo, sí, tú y yo, nos suicidamos. Prefiero morir como alguien que mató para verse muerto, que seguir vivo en la muerte de la realidad, o sea, muerto en las tinieblas de la vida. No me mires así. Estamos los dos en esto y los dos saldremos bien o mal. Además, yo soy escritor. ¿Tú qué eres? Exacto, nada. No me mires así. Si todo sale bien, tú y yo, sí, tú y yo, seremos ricos y podremos irnos lejos. Juntos o separados, como veas. Pero lejos. Muy lejos. Y siempre en contacto. Porque luego te va a apetecer volver a matar, que yo ya lo sé. Y a quién vas a matar tú sin mí, eh. Exacto. A nadie. Tú nunca serías capaz de matar ni a una mosca, pero claro, tienes una mente malvada, malignamente lista, retorcida, de una perfección estratégica increíble. Pero necesitas a alguien que te anime, que sea capaz de llevar a la acción tus geniales planes. Es decir, yo. Juntos somos imparables, indestructibles. Y por eso debemos seguir juntos, sí, estar siempre juntos, en persona o en la distancia, pero unidos. Que no te preocupes. ¿El tío ese al que hemos matado? ¡Venga, ya! Sabes que no te importa. ¿La cara de terror que puso antes de que cayera inerte al suelo? Pues no le pasa nada. Ha puesto la misma de siempre. Luego dicen que todos somos diferentes, pero mira, ya ves, todos ponemos la misma cara cuando nos van a matar. Cuánto miedo a morir. Si tienes razón, hacemos cosas muy malas. Es la verdad, qué le vas a hacer. Pero necesitamos dinero para vivir, socio. Y la cosa está muy mal. Además, ahora es difícil que podamos vivir al margen de nosotros mismos, tanto para los demás, como para nuestra propia conciencia. Además, tú solo sabes pensar cómo matar. ¿Ves que tengo razón? No vales para nada más. Y yo necesito algo que me anime, algo que me dé placer, algo que... bueno, que me traiga la inspiración para escribir. Si no, ¿de qué voy a escribir? Mi vida está vacía. Lo poco que vivo, cuando vivo, es algo muy rutinario, muy evidente. No voy a escribir una novela de mi propia vida. ¡A quién le interesaría! Aunque claro, a mí me gusta la novela de no ficción. Quizá pudiera escribir algo genial sobre mi vida, sobre la vida que llevaba yo antes de morir. Sí, de morir. Sería genial. Podrías matarme y publicar mi novela. Yo estaría –felizmente– muerto, que a ver qué coño hago yo en este mundo. Y tú te lucras del resultado de mi extraña vida. ¿Qué te parece? Ya sé que no te gusta la idea de matarme, pero bueno, eso ya lo arreglaremos. Que total, es dejarme yo matar. O matarme yo, a saber. Tranquilo. Con las ganancias podrías vivir bien el resto de tus miserables días. Y no tendrías por qué volver a matar. ¿Ves cómo sí te gusta la idea? Ya te lo decía yo. Bueno, pues en eso quedamos. 

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