Entrecuerpos

No había suelo. Ni líneas rectas que desdibujen las pisadas. Solo anda. Solo mira. Las sombras dilucidan solas la soledad de la convergencia. Cree lo que quiera siempre que las puntas inconexas rasguen las fronteras de la vida y de sí misma. A un lado un muro. Es eterno. Es vital, es para querer volar sobre las inmediaciones del mundo. Pero no es así. Con dos extremidades cortas no se visualiza el aire, ni los lados ni las esquinas ni la muerte. 

La punta de aquélla es visible para todos menos para algunos. El tiempo es retorcido y más se retuerce cuando el mínimo dolor soporta la brisa de su roce con la triangulación del cono inexpresivo, blanco, de pura sombras sobre el terreno no conquistado. Pasa el monigote entre los cuerpos geo-métricos que, de forma surrealista, piensa en su pensamiento que el pensamiento es suyo cuando solo el pensamiento es que lo domina.

Es / fera redondeada en una curvilínea perfección, plácido espejo cóncavo de luz en la convexión del amanecer, que pinta la magnitud del orbe de su propia existencia. También la perfección del lucero plano de base y pergaminoide en su esférica papiroflexia de las líneas del lado opuesto al enfoque de la mirada uniforme, de una romboidal perfección extraña; rara; peculiar; lejana. 

Las sombras que proyectan son infinitas en su ser inservible. Pero las sombra de quien intenta memorizar sus rasgos, aquél que no es ni deja ser ni será más que una mota de tiempo determinado. 

Soledad – Abstracción – Memoria


Comentarios

Entradas destacadas

Violet

La librería, un lugar de ensueño

Reflexiones: verdad e intraverdad

Mientras sigue lloviendo

Paseando por el viento...