Romanticismo: | Efectos |


La violencia del mar por debajo del cielo, bóveda acristalada, inundada del fuego, de la parada del tiempo al expulsar de su corazón las vértebras de su montaña interior. Azules de terciopelo, violetas rubios, amarillos grisáceos, naranjas rojizos, granates dorados y allí, al fondo del horizonte infinito, una esfera, la esfera que gobierna, la que nos hace brillar. Ahora es una estrella con mayores reflejos aún. Está tintada de su alma, rodeada, matizada y delineada de un negro plomizo surgido de las entrañas del máximo cuerpo lejano. 

Océano que se arrodilla ofreciendo su mano de espuma al cielo que sangra, cuyas nubes se evaporan en un tornado de fuego. Los hombres miran, deslizan sus miradas atemorizadas hacia el cielo. Intimida. Al final observan atentos los cambios del murmullo de lágrimas que reflejan su techo, mucho más lejano que los seres que se creen por encima de. Pero no. Nadie puede a la naturaleza, a su fuerza espectral, a sus quejidos, a sus lloros y a sus gritos de poder. Ni siquiera el hombre que, rezagado, corre a esconderse detrás de sus propias creaciones, ajenas y débiles frente al tambor de colores, tímpanos y cicatrices. 

Nuevos colores, nueva belleza. Efectos de la vida: de su pasar, de su evolución y de su historia. 

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El cuadro es del romántico William Turner.  Flint Castle, 1838. Acuarela en papel. Se trata de un pintor que se especializó en los paisajes, concretamente en el aspecto de la luz. En el caso de este y de otros cuadros, se marcan unos colores muy fuertes y llamativos en los atardeceres, debido a la erupción del volcán Tambora en Indonesia en el año 1815. Además de estos efectos luminosos en los atardeceres en Londres (como en este caso) y en el resto de Europa, también supuso una bajada muy destacada de las temperaturas, hasta el punto de que no hubo verano ese año. 

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