La cotidianeidad del Verso

Sketch for 'Pots and Pear', verso: Abstract design, (1955). William Scott 


La cotidianeidad del Verso. Entiéndase esto como una errata del propio pensamiento. Uno cambia cuando las circunstancias a su alrededor se alteran, se modifican y se enredan en pulsos albiónicos. Claro, que eso es lo que dicen algunos. ¿Quiénes? No tengo ni idea, pero ahí están las palabras, flotando, nadando en el ciclomar sobre olas de ondas encendidas, que apagan el oído. Dicen también que esta es una frase extraña, ambigua, casi producida por el resplandor de un sueño. Quién lo iba a decir cuando antaño eso era una idea, una idea de viva poesía. Ahora ya no se entiende. No se guía nadie por la libertad. He visto nuevas caras, jóvenes vidas, estrictos en novedades y solo me gustan los dibujos, las hélices con las que ahora nos mima la literatura, paraje inconexo, desconcertante, pero solo autor del inmenso placer que puede dar la vida. 
El tema, claro, y a lo que yo venía es a hablar de los cambios que producen los viajes. Sea a donde sea. Sobre todo cuando se desea hacer muchas cosas en poco tiempo, que al final se hace poco y no se disfruta ni de eso poco ni de lo que quería dejarse de hacer por hacer lo nuevo. Muchos creen que lo ideal es cambiar toda la vida de uno cuando se va de viaje. No tanto como ser otra persona, pero sí modificar las costumbres, las actividades y los comportamientos de sí. Y claro, la idea es buena, pero el pensamiento lo es más y no le suele gustar tanto cambio en tan poco tiempo para unos pocos días. Es demasiado esfuerzo. Usted ya lo ha imaginado, ya se ha visto siendo otro, haciendo cosas nuevas y distintas, leyendo otro periódico y cruzando las piernas para el lado desconocido. Y le gusta. La innovación suele gustar. Sobre todo cuando se sabe de su temporalidad, que es solo "por probar".
Pero no puede cambiarse entero como cuando se cambia de ropa. Claro que siempre puede modificar casi todo y dejar unas pocas cosas intactas, de tal forma que no pierda su ser y que, cuando se desespere o le desconcierte algo, sepa que sigue siendo el mismo. Y si no, póngase a escribir, que no hay nada más de uno ni más cotidiano como el verso, alma íntima del pensamiento. 

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