En espera...


Sea o no con el prefijo, tanto la espera como la desesperación o desesperanza o lo que se considere son términos negativos. No tanto el primero en sí mismo como vocablo, sino como sensación  personal y humana. Y es curioso. Para todo hay que esperar –y desesperarse–. Para la desesperanza primero hay que hartarse a esperar. Cuando se cumplen las dos, caemos en una profunda desesperación y para todo hay que esperar. Cada vez se nos hacen más largas las esperas. ya sea por costumbre de la inmediatez tecnológica o porque cada vez que comenzamos a esperar ya estamos desesperados o cansados de seguir esperando por cosas, en su mayoría, improductivas o innecesarias. La vida es espera y espera tranquila, calmada o apremiante e insustancial. Es una espera acompasada en segmentos llamados años o días o segundos o ratos. Esperar desde que se nace hasta que llega la muerte y desaparecen la espera, la desesperación y la desesperanza. Entonces ya no es necesario esperar ni tener esperanza porque no hay nada que esperar. Pero sí, la vida es espera en sí. Que le llamen para trabajar o para recoger a alguien o por hacer una u otra cosa es esperar, supone una espera indefinida. Siempre lo mismo, actividad profundamente parsimoniosa, profundamente sigilosa, silenciosa, extraña, vagabunda, esperada o no, pero siempre desesperada y desesperanzada. 

La vida es espera y vivimos perpetuamente en espera...

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