El Reino del Silencio

No hay nada, solo aire. Respirable, pero transparente. Se puede acariciar con los dedos y se nota en ellos la seda del viento. 

No hay nada, solo luz. El sol calienta con sus rayos de inmenso poder el paisaje de la vida. La tierra es sombra del cielo. Y el cielo, del alma. Del alma del mundo, inexpugnable y fría como el calor que asciende del centro del globo. 

No hay nada, solo niebla. Blanco horizonte de nubes ardientes, de esponjas de agua que flotan, eternas como las flores de colores que pueblan el suelo.

No hay nada, solo polvo. Suspiros violetas que convierten el paso del tiempo en algo plácido y nublado. El calor no existe. Las piedras están heladas como la tradición de la muerte.

No hay nada, solo lluvia; fina y sola en el sombrío agujero del acantilado sin fondo. Allí abajo, a lo lejos, las olas rompen y salpican protestando contra su naturaleza.

No hay nada, solo ruido; el ruido de los tallos al crecer, de las hojas al prender de verde su pequeño espacio, de los pétalos al colorear el aire, la luz, la niebla, el polvo y el reflejo de la lluvia.

No hay nada, solo gritos. Los humanos, ajenos al parecer de la naturaleza, siguen con su ruido interno y externo, esperando el perecer de su historia. 

No hay nada, solo nieve; sobre la superficie de lo conocido, a la espera de convertirse en agua y de regar con su esencia el futuro de la vida.

No hay nada más que aire, luz, niebla, polvo, lluvia, ruido, gritos, nieve y nubes. Nubes que enmarañan la mente, que trepan por el cielo imaginando que no hay abismos ciegos. Hay de todo y de nada en el Reino del Silencio: de la vida, del tiempo, de la historia, de las creencias, de los saberes, de la literatura, de la química, de las distracciones, de los venenos, de los colores fríos y calientes, de las vísperas, de los maitines, de las horas que van y vienen movidas por la brisa de los árboles, de los pájaros que duermen de día y se proyectan de noche, de los relámpagos que avisan, de los truenos que retumban, de las voces que cantan sin cantar, de los insectos que iluminan, de las aves que pululan, de las estrellas que indican, del sol que da sombra, de la luna que observa, de los lagos que se acuestan y de los espíritus que viajan. Todo ello, mucho más y nada es el Reino del Silencio.



Comentarios

Entradas destacadas

Violet

La librería, un lugar de ensueño

Reflexiones: verdad e intraverdad

Mientras sigue lloviendo

Paseando por el viento...