Anécdota literaria

Hace unos días acudí a una librería porque quería comprar un libro de una artista a la que sigo muy de cerca en las redes sociales. El libro trata sobre la naturaleza y la reconexión de cada ser humano con el mundo en el que vive ya que, al igual que los demás animales, compartimos el mismo espacio natural y los recursos que necesitamos para sobrevivir provienen de un mismo lugar. Sin embargo, las necesidades y la vida que el ser humano ha ido creando a lo largo de los siglos es cada vez más compleja y se presenta muy alejada del concepto de nuestro origen. Nuestro entramado social es demasiado estresante, complejo, individual y ambicioso. Miramos hacia el futuro olvidando lo que nuestros antepasados hacían y lo que realmente veneraban: la naturaleza, que es la que nos da todo y a la que pertenecemos, aunque en la actualidad parece que es ella la que existe para nosotros poder explotarla y hacerla nuestra. 

Pero, como decía, fui a la librería porque en internet, en la plataforma online  Todos Tus Libros (la única que tiene en cuenta todos los libros existentes y en qué librerías se encuentran; es decir, la única donde deberíamos pedirlos si queremos comprarlos por internet) indicaba que había un ejemplar de ese libro en esa librería. 

Cuando llegué, pregunté por él. Lo miraron en el ordenador y la dependienta se puso a buscar en la sección Autoayuda. Me decepcionó profundamente, puesto a pesar de que incide en el ser humano no creo que tenga ese rasgo de autoayuda; no se compra porque uno se sienta con problemas personales, sino que relaciona al ser humano con la naturaleza, con la espiritualidad de lo externo, con las plantas y con el ser mismo. 

Tras mucho buscar y repasar una y otra vez –hasta tres veces– todos los libros, la dependienta no lo encontró. Fue a mirar en la sección de plantas dado que, por temática, también podía estar ahí. Obviamente no lo encontró. Después de hacerme esperar alrededor de quince minutos, me dijo que mirarían por la tarde en unas cajas y que me llamarían. 

Efectivamente, por la tarde, sobre las cinco y media, me llamaron –con un número largo de once dígitos que a punto estuve de ignorar y bloquear al pensar que era spam– para decirme que lo habían encontrado. 

Al cabo de una hora y media aproximadamente me pasé por la librería y pregunté por el libro. La dependienta, muy contenta de haberlo encontrado, me explicó que al no verlo en ninguna estantería por la mañana, se imaginó que estaría en las cajas de devoluciones, que tenían dos muy grandes llenas ya y que estaba entre los primeros de la primera. Al decirme eso, una profunda tristeza se apoderó de mi interior. Mi libro, el que estaba buscando con tanto ahínco, había acabado en devoluciones, en una caja grande –llena– para devolver. ¿Es que a nadie le interesaba? ¿Nadie se había preocupado por comprarlo? ¿A nadie le había llamado la atención? Y pensé: «Claro, estando en la sección de Autoayuda, imposible». Pero al decirme que tenían dos cajas repletas, pensé en sus autores –muchos de ellos noveles que albergaban una ilusión enorme por venderlos y que sean disfrutados–, en las editoriales que los habían hecho tangibles –muchas de ellas pequeñas, de un solo loco editor que disfrutaba, luchaba y sobrevivía entre su amor por los libros y, seguramente, otro empleo mal remunerado–, y quizá almas llenas de ilusión, de conocer nuevos lectores que albergaban las páginas, ilustraciones y portadas de todos esos libros que quién sabe cuánto tiempo llevarían en la caja sin moverse y sin ser devueltos. Si están en una caja, nadie los va a encontrar y, por tanto, no van a poder ilustrar a ningún lector entusiasta ni soñador ni a nadie que diga abiertamente «es que no me gusta leer» siendo verdad –y quizá gracias a alguno de esos libros de la caja de devoluciones podría empezar a amar la lectura— o que afirme esa frase tan dolorosa siendo mentira porque lee a hurtadillas o en secreto. 

En cualquiera de estos casos, ya estoy leyendo el libro y me encanta. No es de autoayuda, aunque ayuda, como todos, claro, a ver el mundo de otra manera, a sentirnos conectados con la literatura, con los sueños y con la magia. 

La magia de los libros
Fuente: Art by Bev


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