Tetricada II

La viola está en su sitio. Inclinada. Apoyada contra la lápida. La niña, sentada en el suelo hace dibujos con una ramita de ciprés. Otra vez esa niña en el cementerio. Otra vez sola. Siempre sola. Está cerca de sí misma, pero lejos de su alma; perdida; robada. Tiene una herida, en el corazón. Sangra. Sangra lentamente. Un pequeño río líquido de sangre roja, roja como el dolor de su soledad que la acompaña y que le ayuda a tocar la viola, arma del diablo, herramienta de evasión del color de su sonrisa... apagada. Imagen de Manuel Viola No eres nadie. Te has acercado a mirar. ¿Quién eres? Nadie. Un alma. Otra más. No te acerques a la viola. No podrás tocarla. No se deja tocar. Es el instrumento del diablo, que juega con un palo a pintar la tierra. Esa tierra que pisas, en la que dejas tus huellas, en la que dejas caer tus lágrimas cuando sangras y tu sangre cuando lloras. Ella, esa niña que ahora observas asustado y arrodillado detrás de un arbusto, sabe que estás ahí, obse...