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Mostrando entradas de abril, 2019

Feliz Día del Libro 2019

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Un día como hoy, 23 de abril, Día del Libro, es un momento más. Comienza con una ausencia de sol, un océano infinito de nubes y una lluvia fina , extraña a los ojos de los que aspiran a un día cálido. La sombra del viento pide que nos dejemos llevar por la ilusión de un día especial, de un día de felicidad literaria.  Empiezan los descuentos en las librerías, las flores de San Jorge y las caricias a las solapas de miles de historias eternas en nuestro presente y presentes en nuestro recuerdo. El roce del tiempo crea en nosotros voluntades perdidas, deseos incontrolables de leer, de nublar nuestros ojos por ver otros mundos y otras realidades. Esta bruma insensata nos ofrece la valentía de imaginarnos en una biblioteca, en la historia interminable de la literatura, entre la tormenta de la vida y d el amor en los tiempos del cólera . La red púrpura de nuestros ojos brilla, resplandece al entrar en la Feria del Libro, en un laberinto lleno de laberintos, de paradas indiscutib

Notre Dame, Lucero del Alba

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A ti, Notre Dame, Lucero del Alba. A ti, Lucero del Alba te escribo esta carta. El mundo te siente todos los días, todos estamos siempre en ti y contigo. Hoy has despertado en nosotros La Luz de la vida, una estrella que brilla con una gran fuerza en nuestro corazón, dolido, que late rápido por ti, cuya existencia hoy nos duele porque no sabemos cómo vas a resurgir entre tanta ceniza. Eres Dama de París, corazón de Francia, pero también el alma del mundo, un templo que cura las lágrimas y forja los sueños de quienes te quieren como diosa de la historia. Eres patrimonio del tiempo, pero también del paso de cada uno de nosotros, que hemos disfrutado observando tus muros y viendo el espíritu de tus entrañas. No solo eres Dama del presente, sino de recuerdos pasados y de los futuros que nunca podrán olvidarse. Allí está, frente a ti, la Saeta de Hierro de París. También hemos sentido su rabia, sus ganas de ayudarte, de calmar el dolor que te quemaba. Pero no podía moverse,

Nívea velada

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El paisaje era oscuro, como tantos otros, a la luz de la luna, ya extraña para mí. Venían sonidos dispares de risas que ensordecían lejanas mi silencio. El césped estaba mojado, lleno de pequeñas luciérnagas de agua que pulían su rostro y mis manos al tocarlas. Me estremecía al sentir el agua fría mojando mis dedos, cubriendo de soledad mi alma. No tenía frío y sin embargo, mis manos se volvían de un color violáceo por el frío que yo no sentía. Mientras más acariciaba la hierba, menos oía los jolgorios humanos que se escondían tras los arbustos. Pero más escuchaba los latidos de mi corazón, estrechos pulsos de hielo recorriendo mi cuerpo, haciéndome cosquillas con sus hojas níveas de nieve escarchada.   Mis ojos, luceros oscuros sobre el horizonte de la noche, entregados al rocío que embadurnaba mis manos, contentos de oír algo de mci, perfectos, buscando la vida entras de sí misma, queriendo encontrar –sin éxito– las interminables formas que se esconden en la durmiente oscuridad

Receta de interiores

1. Extractos del diccionario. Fonemas, morfemas, signos de puntuación, mayúsculas y minúsculas. Todo junto. 2 cucharadas de cada uno. Echarlo con un tenedor. Colar cada elemento por las rendijas de la seguridad.  2. Rayas y puntos . Echar muchos. También dibujos sin nombre ni figura concreta, que se puedan deformar. Nunca se sabe qué signos se pueden necesitar. Muchos puntos para todo. No importa si es para decorar o para finalizar el plato, se necesitan para todo.  3. Tinta. Mucha tinta. De todos los colores, aunque sobre todo negra. Si sobra de las demás, queda absorbida por esta. No es bueno que sobre y menos si es material de primera necesidad.  4. Borrón y cuenta nueva. Sí, se necesita autocrítica y la opción de borrar. No importa con qué. Echar lo que sea que pueda borrar la tinta y los colores. También las dudas. Y después, ya si eso, se vuelve a empezar (a escribir y a leer).  5. Imaginación. Hay que tener medidas imaginarias para suponer los márgenes y desdibujar l

Griseus

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Abril. Una mañana gélida que saluda al día, a la ausencia del sol. Toco la ventana: está fría. No tanto como por fuera, pero sí se refleja la temperatura en su propia transparencia. Observo el paisaje: gris. Solo gris. Los colores se han ido, quizá, hasta la tarde. Los árboles son verdes, verdes grisáceos. Los edificios están tristes y a la vez alegres y cantan y bailan al sol del rítmico caer de la fina cascada. Lluvia, sí, lágrimas de felicidad al viento norte burgalés que tiñen de espejos las figuras de humana construcción y fácil distribución.  Se van formando pequeños lagos y lagunas a lo largo de las grises aceras. Se ve así cuántas praderas y valles no siempre en perfecto equilibrio cubren la tierra y protegen nuestros vértigos al vacío. Sales a la calle y escuchas el murmullo del aire enlazándose en pequeñas ligaduras covalentes con la lluvia. Amor y naturaleza química. Miras al cielo y te ves reflejado. No como eres ahora, sino como has sido o quieres ser, en una atmó