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Mostrando entradas de marzo, 2020

Canción: Hacia el cielo

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Llenas de vida mis deseos mientras a las estrellas miro. En tu sonrisa me ilumino y en tu ausencia me reflejo. Vistes a la luna con el llanto del cielo. Viajas sobre el viento, escribes en el color del fuego con la sombra de tu pluma. Pienso que siempre estás a mi lado, que bebes de las hadas. Las luces yacen en el lago antes de perder su alma entre saetas de magia. Viajas sobre la tierra y de recuerdos hieres con flechas divinas el olvido que me envuelve. Y se fue tu mirada celestial volando hacia el lejano sol donde reposa tu corazón en su calma de soledad. Pienso que siempre estás a mi lado, que bebes de las hadas. Las luces yacen en el lago antes de perder su alma entre saetas de magia. En un lago nevado de flores añoro tu eterna presencia. Pero en el bosque de ausencias encuentro tus besos de colores.

Bullen las almas

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¿No lo oyen? Si se concentran podrán oír el bullicio de sus almas fuera del cuerpo. Mientras ustedes hacen su vida en su cubículo, en el de siempre, extraño ahora por permanencia en demasía; por demasiada espera. Si cierran los ojos y solo oyen, podrán oírlo. Y escucharlo. Las almas bullen. Sus almas bullen en las calles. Hacen la compra, preparan un regalo, pasean solas, de la mano y en grupo; corren hacia la parada del autobús, salen de un taxi que las ha dejado cerca de su destino, vuelven de hacer una visita, acompañan a alguien a tomar un café, leen el periódico, alejan las preocupaciones, viven, mueren junto a sus cuerpos o sin ellos, comen en un restaurante, juegan con los niños, se les hace la boca agua observando desde el cristal de la calle una tarta de una pastelería, leen en un banco a la luz del sol, respiran intensamente el aire puro –más puro que nunca– e incluso pasan de soslayo por su casa, donde está su verdadera casa: el cuerpo que las acoge y conserva, que está hac

Días de confinamiento

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Mientras el mundo está en silencio, las casas bullen. Mientras la tierra descansa, sola, bajo el asfalto de plata, las casas bullen. Mientras la vida se rige por el miedo, la calle espera. Mientras la belleza está sola, lo desconocido avanza. El exterior es una calle de más de un millón de cadáveres, ausentes, que descansan en sus capullos, cerrados, que pasan largas horas oyendo gemir al huracán, mientras se aburren, mientras abandonan los rosales del día y las tristes azucenas letales de las noches, interminables. El mundo dijo y se dice a sí mismo: –¡Diríjanse por las calles en gran número! ¡Despídanse de ellas o de lo que queda de ellas! Y en larga procesión separada, avanzaban sobre la calzada las huestes de sombras ya encadenadas a la desazón de su alma y al miedo de una mala pisada. Y la muchedumbre gritaba: –¡A casa, a casa! Y para eso debían salir del exterior de las calles. Entonces, comencé a ver claro. Las calles son la libertad, humana. L

Pestañas

Como un peine como las patas de una araña en un cuenco de cristal besan el aire y lo secuestran, enlazándolo entre sus tallos, cuyas raíces escapan del azar, del ser. Acarician un ambiente frío, un espacio insólito, un bosque desconocido plagado de azules perlas. Abrazan la luz y bajo esa superficie: la sombra, oscuridad colorada en baños de sal. Cuando caen se desparraman sobre la playa coloreada. Se cruzan por el abismo nacarado de collares risueño hasta el final del recuerdo. Y con efímera suerte rozan y humedecen la cima rubí de tus labios de crema, summum del placer salado.