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Mostrando entradas de agosto, 2019

Hacia el alma

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«Sé lo que quiero pintar», estaba pensando. Pintura con escritura, con letras y espacios, en negrita o en cursiva , en un tipo de letra o en otro , más grande o más pequeño . Pensaba todo esto como un simple preámbulo de lo que quiero contar. Lo pensé, pero, ¿cómo expresarlo? La belleza de mirar hacia un lado y ver el símbolo de tu ciudad. Una vida eterna, un péndulo de cristal que absorbe la infinitud del mundo, de todos aquellos garabatos que, durante toda la historia, vienen y van a ver nuestra Catedral. La Catedral de Burgos, enjambre pintado en hechos de historia y artística escultura. Está formada por hilos, millones de hilos: todos son casi transparentes, no se ven ni en la luz ni en la oscuridad y, sin embargo, están ahí, formando su textura y su alma.  «Sé lo que quiero dibujar», sí, en eso pensaba cuando solo las teclas del ordenador me pedían que escribiese algo. Algo sobre el alma, ¿sobre el alma de quién? Y pensé en Burgos, la capital de cuantos corazones vivimos en

Una locura silente

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El silencio es una fina capa de filamentos armónicos que lo cubren todo. Siempre está ahí, presente, recordando las ausencias y previendo los momentos austeros que podrá traer el futuro. Cómo explicar algo que solo existe en sí mismo y por sí mismo. Nadie quiere quedarse en silencio cuando está acompañado. Por qué. Por nada, porque el silencio trae olvidos pasados, preocupaciones presentes y temor. Nos ofrece el temor de no saber, de no conocer, de no querer oír. El silencio es necesario siempre. Nuestra mente solo puede funcionar en silencio, en su silencio. Nosotros, cuando pensamos, creemos que hay un barullo inmenso en nuestro cerebro, pero no. Solo se suceden pequeños movimientos, pequeñas arrugas en nuestra fina capa de filamentos armónicos que cuidan, protegen y alumbran nuestra mente.  Quién no ha querido disfrutar del silencio alguna vez. Es decir, disfrutar de aquellos sonidos ajenos a nosotros, que no podemos controlar, que se suceden sin nuestro permiso y que nos su

Ojos, símbolo y espejo

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Son un espejo, sí. Los ojos son un espejo. Pero no un espejo cualquiera; no solo reflejan la realidad y lo que ocurre, sino también los sentimientos y las emociones, la realidad y la ficción, la cotidianeidad y la excentricidad. Son reflejos de lo material y de lo abstracto, de lo que escribo y de lo que lees; de lo que pienso al hacerlo y de lo que te imaginas al asumir estos garabatos que aquí están escritos.  Lector, sí, tú. Imagínate que ves delante de ti dos edificios unidos entre sí por tres pasillos transparentes, cada uno encima del anterior. En cada uno hay una persona, tres en total. Cada una pasando de un lado al otro sin remedio, para llegar al que creen que es su destino. Cada cual sabedora de su vida y desconocedora de la de los otros dos que caminan por los otros pasillos. Yo soy como ellos, una más, fuera de esos pasillos, que los observa ajena a ellos y a los pensamientos que en cada uno de esos ojos se reflejan. Estoy en la calle, sintiendo el frío revelado p

Cosas

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Endemoniadas.  Muchas cosas.  Demasiadas. Extravagantes. Difusas. De mal agüero. Para tirar. Para olvidar. Para recordar después de un café frío, por el olvido. Relacionadas con todo. Y con nada. Y con la luz que no entra. En mi mente. En el sofá se está bien. Supongo. O eso dicen. Pero yo solo pienso. Tengo miles. Miles de pensamientos. Colgados. Guardados. Perdidos. Espero. Espero que desaparezcan. Para por fin recordarlos. Mientras se me olvidan. No me importan. Nada. Aunque me relacionan con los demás. ¿Con quiénes? No lo sé. Sí lo sé. Ellos están guardados. ¿Dónde? Allí. En aquello que cae. Que cuelga. Desordenado. A punto de caerse.  ¿En dónde? Allí. En un pensamiento.  En una preocupación. Aún lo recordaba. Pero ya lo olvidé. 

Filamentos

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– Siempre con la vista fija en el cristal.  – Más allá solo hay tiempo y distancias ajenas. Solo se huele el silencio y la vida que deambula inquieta por el aire. La noche es la que más ve cuando el sol se va, pero ciega las miradas que intentan sobrevolar la sombra y ver lo que no existe.  – Igual te estás pasando, eh. Te veo muy filosófico hoy. Tranquilo, ya saldrás.  – Nadie puede prever lo que sucede ni hacer que retroceda el tiempo. Aquí, él no existe. Solo supone un resquicio, una luz casi muda en el vacío blanco de la conciencia.  – Saldrás. Y serás libre otra vez.  – Y si salgo, qué. Acabaré volviendo. Siempre se vuelve. Creemos ser los mejores, los más fuertes, los únicos, los todopoderosos. Y no somos una mierda. Al final siempre acabamos aquí, ya sea vivos o muertos. Pero siempre aquí, postrados.  – Te estás alterando mucho. No merece la pena.  – ¿Y qué merece la pena? – Sentir, disfrutar, vivir.  – Sentir, disfrutar, vivir. Palabras, simples palabras,