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Mostrando entradas de octubre, 2021

Tempus memoriae

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Seguía leyendo. La historia estaba bien, aunque hacía ya tiempo que me había dejado de interesar su lectura. Quizá fuera porque la trama era de otro tiempo, mucho más moderno, o quizá porque no me gustan las novelas realistas, quién sabe. Levanté la vista del libro y lo cerré, aun sabiendo que el marcapáginas estaba encima de la mesa y no recordaba el número de página. No me importó. La luz que entraba por la ventana era de un color turbio y agrio. El cielo estaba encapotado y se esperaba lluvia. Mientras miraba hacia la enorme ventana que surcaba el ángulo sur del salón, seguía taconeando suavemente en el suelo. Si no lo hacía, caería el silencio, con lo que ello implicaba. Esa casa era sobrecogedora día y noche. Normalmente, a la gente le suelen dar miedo los ruidos extraños que se hacen plausibles en una vieja casa romántica del siglo XVIII. De madera demasiado vieja, de paredes resquebrajadas por las lágrimas y el tiempo que ha ido pasando inexpugnable, a pesa

El olor a mar

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El olor a mar era lo que fue y nunca volverá a ser.  El olor a mar era distinto cuando hay diferente altura entre el pasado y el presente. En el pasado las piernas corrían y corrían por aquella explanada paralela al mar, se volvían nerviosas y alegres hacia atrás con el fin de ver las caras felices de sus familiares, que siempre seguían su propio ritmo por detrás de los pies de la niña.  El olor a mar era distinto cuando los placeres también lo eran, cuando la felicidad venía de una comida, de un favor, de un juguete o de un simple paseo corriendo por la calle e intentando asombrar y sorprender a esos padres o abuelos que te acompañaban en tu alegre e ínfimo capricho. El olor a mar era distinto cuando la inocencia primaba sobre los gestos y las palabras, cuando solo querías salir a la calle a inspirar profundamente la sal picante que inundaba el aire.  El olor a mar era distinto cuando eras tú la protagonista de ese baño en la playa, cuando todos te hacían caso y el mar te mecía tranqu

En penumbra

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La silla se mece sola en este ángulo de la habitación. Me sostiene sobre su ancha explanada de madera, roída por los años que ella ha pasado sola, ajena a nosotros, a los que fuimos y a los que nunca seremos. Se mece sola guiada por su ser. Ahora que la veo sin verla descubro los arañazos y los cortes que nadie le ha hecho, pero que ella siente en su interior y que no le impiden seguir meciéndose sola, me halle o no en su presencia. Se mece sola por el viento que no entra en la habitación, aunque se oye desde dentro y desde fuera, en el seno del torbellino que corre libre y fantasmal por la oscuridad helada.  Sigo sentada en la silla, meciéndome al ligero compás de sus extremidades. No tengo que hacer ningún esfuerzo porque conmigo o sin mí ella sigue meciéndose. Se mueve al mismo ritmo que el péndulo entelado de la pared contigua por el lado derecho. Se mueve y se mueve ese péndulo entelado de casas de arañas, aunque la vida que le rodea no se lo permita, porque el tiempo no para y él

Paisajes de Castilla

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Ando pensando sobre la vida, sobre las sombras que iluminan cada piedra en el camino. Son peldaños en el azul del cielo, en las esferas de rocío violetas que en racimos se desprenden sobre la tierra. Uvas, moras, pasas, acigüembres, extractos de lino entre las propiedades de la naturaleza, de los paisajes castellanos y de las ausencias del mar entre los dorados cabellos de los campos.  Paisajes azules, grises, morados, soleados y tristes. De todos los colores y sabores. Paisajes distintos, todos repletos de sombras teñidas por el agua del amanecer o por la escarcha de la noche. Sus plantas florecen o mueren en el seno de la vida y de la naturaleza: libre, bella y sencilla en su eterno ciclo resplandeciente. Plantas variadas, que se respetan y se cuidan, que se quieren y protegen las unas a las otras en el efímero paisaje infinito. Entre esas plantas están los árboles, los arbustos, las semillas y las flores. Especies únicas de todos los colores, sabores y destellos. Ajenas todas a sus

Octubre

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Paisajes grises cargados de lluvia, de tormentas, de nubes infinitas en los inmensos recovecos del cielo. Son días de felicidad, de alegría, de esperanza, de vida. Son días... es un mes lleno de vuelos sin nombre, sin trazos, sin rumbo, dibujando sueños e ilusiones en el vacío lúgubre del viento. Es un tiempo en el que el tiempo se para, en el que las aves cantan sin cesar por el furor que sienten. El suelo deja de existir: se convierte en un eterno manto de colores rojizos, de hojas que bañan las ciudades y lagos y los disfrazan del fruto frío de las heladas que calientan el corazón de sonrisas. Es un tiempo plateado que nubla las pestañas y las inmoviliza entre futuros copos de aguas blancas.  Es un momento para respirar hondo y salir a la calle, a la naturaleza, a dejarse llevar con los brazos abiertos por las olas de la brisa del tiempo. Es el momento de contemplar las flores que van a seguir observando el mundo desde la perspectiva directa de su tallo sobre la tierra. Es momento d