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Mostrando entradas de septiembre, 2021

Luna gris

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Siento mi cuerpo ligero al mantenerlo en fuerza y reposo sobre fina cuerda lo apoyo, el pie  que sin pretenderlo nada sobre el aire a ambos lados del fino trazo que en la nada se balancea solitario. Veo a lo lejos una luz blanca y firme ante sí entre las nubes oblicuas del firmamento arrítmico. Sobre todos los pilares del mundo y sobre la tierra, que no veo me mantengo certera, me mantengo sobre una cuerda en la nada del aire. No hay viento no hay nubes no hay cielo aunque yo a todos los veo aquí erguida sobre el firmamento. A un lado la muerte veo pasar con sus andares injustos e inquietos con sus risas alegres y con un ágil movimiento. Me saluda sin yo verla del todo no produzco sonido porque no puedo, en este universo tan raro no sé quién soy ni por qué no puedo seguir hasta el futuro. Al otro lado miro y me deslumbro lo que antes me pareció blanco, ahora es de un gris oscuro con pecas grises y blancas  que sonríen a la muerte con gusto. La luna gris también me mira en esta postura

En mi esfera propia

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Parecen dos rayas inexactas. Concéntricas la una a la otra. Perpendiculares. No las veo bien, a pesar de que parecen negras, pero irradian luz. No sé dónde estoy. O quizá sí. Yo lo deseé. Deseé estar aquí. No veo más que eso. Lo demás está demasiado claro. Me nubla la vista hasta dejarme los ojos transparentes, con un iris rubio, brillante, amplio y grande. Solo veo luz y dos rayas.  Ya no son dos rayas simples. Ahora son curvas. Y se mueven. No vacilan en su trayecto. Giran como si sostuviesen entre su fuertes brazos de negros trazos el mundo. Y es cierto. Algo rodean. Algo hay. No flotan porque sí. Veo un círculo. Una esfera que gira entre sus negros tallos. Qué es. Qué será. Es una esfera en movimiento.  Ahora lo veo mejor. Yo también giro. Sobre mí mismo. Sobre mi propio cuerpo y en él mismo. Tengo la cabeza más alta y miro al fin al frente. Y ahora veo. Veo la luz. O sea que no veo. Solo distingo. Distingo una esfera maciza de luz, de diamantes que cristalizan el paisaje eterno, i

Juegos de niños

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 «Hola, buenas. ¿Qué desea?» Cuántas veces habremos oído y dicho este enunciado. Cuando éramos pequeños, entre los múltiples juegos posibles e imaginables para un niño, existía el trabajo. Jugar a trabajar en una frutería, en un restaurante o en una cocina. Era un juego grupal en el que uno era el dependiente y los otros, los clientes.  Imagen de El Corte Inglés Sin embargo, algo que llamaba la atención entonces y ahora –mucho más– es ese trato de cortesía de tratar al cliente de usted. Algo que para los niños es fundamental cuando se dirigen a alguien desconocido –y/o mayor–, siempre y cuando no sean demasiado tímidos, que sorprende tanto a los adultos. Hoy en día, en muchos locales, cuando vamos de clientes no nos tratan de usted, ni nosotros a los dependientes. No siempre, claro. Quizá porque ese trato de cortesía, de distancia con el desconocido que va a pagarte, ya no se lleva. Los jóvenes de hoy en día tampoco se atreven a dirigirse a un camarero o a un vendedor tratándolo de ust