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Mostrando entradas de mayo, 2019

La casa

La familia se mudó a la casa hace un centenario, cuando eran todos jóvenes y la casa iba a otra moda. La familia fue creciendo y muchos de ellos muriendo, pero otros los sustituían, como meros soldados al frente de la batalla. Cada persona, distinta a la anterior, pensaba de una u otra manera acerca del mundo, aunque todas se referían al mismo mundo: eran seres realistas que dejaban pasar el tiempo en su piel y en su mente. Incluso a veces pensaban en la casa. Era un objeto real, útil porque los cobijaba, porque les daba un techo y los calentaba de noche.       Pero nadie pensaba en la vida de la casa, en las esperanzas de su techo y las ilusiones de cada parte de su inmóvil cuerpo. Ella sentía. Veía pasar los años, veía cambiar a sus habitantes, veía cómo dejaban de cuidarla, cómo desaparecían con el viento. Ella estaba siempre bien, fuerte, con unos pequeños arreglos anuales, pero siempre cumplía con la función de protegerlos. Sí, a aquéllos que la habían construido, que habían he

Por la orilla del río

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La veía caminando por la orilla del río. Todos los días. No importaba la hora. Supongo que a ella tampoco. No miraba a nadie, tampoco a nada, solo pensaba. Reflexionaba sobre el mundo y cada cierto tiempo miraba la hora. Siempre tranquila, siempre en calma.  Iba siempre con vestidos. De muchos colores. De hilo y de algodón, también de lana y de seda. Colores muy fuertes, colores claros, de varias tonalidades, con formas y adornos.  Llevaba broches. Siempre distintos y siempre a la izquierda. A veces pensaba que podrían soltarse y clavarse en su cuerpo y sentir su alma.  La veía desde una cafetería. Siempre la misma, con las mejores vistas. Observaba sus movimientos, alternos y variables en la longitud del tiempo. Un día la vi asomarse al río. Me hubiera gustado acercarme de espaldas y verla reflejada como en estrato de espejo. Pero entonces me vería, y yo siempre pensaba que saldría corriendo. Le gustaba, sí, correr por la orilla del río, sorteando los charcos que formaban los

En el alba

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Entonces cayó la tarde, como siempre, inexpugnable. Mucha gente de mi barrio ultimaba sus últimas compras en el ultramarinos, antes de volver a casa y comenzar a hacer la cena. Yo los observaba. Iban con prisa y sin rumbo fijo, solo con la idea de cumplir su objetivo, su tarea, transformada en obligación, como resultado de una interminable tradición de cotidiana efervescencia. La luz cambiaba el paisaje llenándolo de sombras, nuevas tonalidades de colores oscuros que pintaban en poco tiempo las fachadas de las casas, y de los habitantes.          Yo no cenaba casi nunca, es una pérdida de tiempo cuando puedes salir y, en la tranquilidad de la soledad, moverte por un laberinto cívico que, poco a poco, sin pausa se va oscureciendo y convirtiendo en un tornado de fríos colores.  La ciudad está fría. No hace ni dos horas que el sol la secaba entre sus brazos de rojas estampas españolas. Hoy en día la alegría no dura ni con los rayos de luz. Demasiadas preocupaciones, demasiados d

Chartreuse

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Flota. El alba flota sobre el mar de azufre. El horizonte flota con su rojiza llama de intensos suspiros. Entre ambos colorean un océano antes incoloro, con una luz estelar. El fondo cambia. La uniformidad en calma se despierta, se desgaja en trazas volcánicas, tulipanes y margaritas. Las leves olas levitan sobre la playa. Las corrientes marinas mueven y remueven las distintas tonalidades hasta alcanzar el orbe completo. Aparece un remolino extraño, tranquilo.  Se disuelven los matices y aparece un ondulante y policromado ocre en estéreo.    En cualquier parte del mundo se puede entrever un ritmo sostenido entre las olas del mar y las hojas anaranjadas precipitándose sobre el mundo.  Mezcla en chartreuse, ámbar y dorado. Aguas en crema, crema de otoño.

Pink off

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Brillaba el magenta plateado del contorno. A veces acababan las figuras en una esfera piramidal y otras, en un triángulo de pedestales cilíndricos. La base del cuerpo era cónica. Se deslizaban los tintes del cortinaje de color por toda la superficie. Era una arquitectura perfecta. Lo observé desde todos los ángulos. Increíble. Incluso me tumbé en el suelo con tal de verlo realmente desde todas las perspectivas, casi buscando algún error. La gente me miraba atónita. Pero no me importaban sus comentarios. Mi único objetivo era crear un mapa subjetivo, elaborar un cuadro en mi mente de esa figura mate, de ese fucsia metálico que recorría la materia. Incluso de esas saetas fosfóricas que inundaban el fondo. Ese mar pictórico retrataba dos palabras. En la ciudad, nada había tan bonito, tan creativo. Las esquinas brillaban en rosa palo. El brillo resplandecía en un dorado celestial, no había nada que no fueran tintes de la composición del mismo espíritu de color. Me quedaba mirando ese