Idílico
El paisaje se puede tornar gris a mitad del día, pero las esperanzas fluyen, insensatas e ilusas como solo son ellas, como caracteriza a la elegante y eterna esperanza. Siempre lo mismo, año tras año, las ilusiones se encuentran felices y se entrelazan unas con otras; las amapolas se dan la vuelta para observar el leve murmullo sonoro de las risas y los abrazos. Seres que se mueven y que sueñan despiertos un sueño incandescente, anual y alegre. Pero no son ellos los protagonistas ni sus sueños ni sus esperanzas ni sus ilusiones ni las amapolas que los miran sobrecogidas, ante la inmensa felicidad que expresan ni son las nubes, cada vez más grises y cómodas sobre un sofá de vapor de agua. Los grandes protagonistas de la jornada son los enormes enebros que acogen bajo sus sombras y protegen de aquellos seres naturales que viven su actividad en la libertad del viento, a los pueblos de la zona: a todos los habitantes de un pueblo y de las ramas familiares que lo protegen y le dan vida; a a