En mi esfera propia

Parecen dos rayas inexactas. Concéntricas la una a la otra. Perpendiculares. No las veo bien, a pesar de que parecen negras, pero irradian luz. No sé dónde estoy. O quizá sí. Yo lo deseé. Deseé estar aquí.

No veo más que eso. Lo demás está demasiado claro. Me nubla la vista hasta dejarme los ojos transparentes, con un iris rubio, brillante, amplio y grande. Solo veo luz y dos rayas. 

Ya no son dos rayas simples. Ahora son curvas. Y se mueven. No vacilan en su trayecto. Giran como si sostuviesen entre su fuertes brazos de negros trazos el mundo. Y es cierto. Algo rodean. Algo hay. No flotan porque sí. Veo un círculo. Una esfera que gira entre sus negros tallos. Qué es. Qué será. Es una esfera en movimiento. 

Ahora lo veo mejor. Yo también giro. Sobre mí mismo. Sobre mi propio cuerpo y en él mismo. Tengo la cabeza más alta y miro al fin al frente. Y ahora veo. Veo la luz. O sea que no veo. Solo distingo. Distingo una esfera maciza de luz, de diamantes que cristalizan el paisaje eterno, indefinido, efímero. 

La esfera gira despacio, más incluso que yo sobre mí mismo. Giro y giro sin que el tiempo me pare o me dé una señal de lo que está por venir. Entonces descubro que no hay tiempo. Aquí no existe. Igual que no hay oscuridad porque nada tapa la luz que envuelve mi vista, que me cubre en mi esfera propia de luz. 

Solo existen dos trazos curvos negros, delgados, que sujetan y envuelven la esfera de luz que hay frente a mí. Uno de ellos la envuelve verticalmente siguiendo una dirección de norte a sur y viceversa, porque rodea a la uniforme luz y la arropa en su manto de existencia. Otro de ellos la recorre horizontalmente, bastión del este que conquista las indiferentes leguas brillantes y casi incoloras y radiantes del oeste, y vuelve a empezar. Una esfera que aparentemente se sostiene por sí misma. Como yo. Que floto sobre un suelo que tampoco existe porque solo hay luz. Y la luz ni se pisa ni se toca. Solo se siente y se atraviesa con un parpadeo, con una mirada teñida de sí misma, con un movimiento de mi cuerpo recogido en sí mismo, en el sueño de una conciencia y de una mente que descansan, que viven en calma por unos instantes. Antes de despertar. 



Comentarios

Entradas destacadas

Violet

La librería, un lugar de ensueño

Reflexiones: verdad e intraverdad

Mientras sigue lloviendo

Paseando por el viento...