Blanca y pura la ciudad despierta

Paseaba por la ciudad esta mañana. Andaba sin rumbo aparente porque ni el suelo veía. Ayer había acercas, carreteras, ramas que garabateaban el suelo infinito... Hoy solo había un inmenso mar de blanca agua, pura, limpia y sólida que tarde o temprano mudaría en hielo y que a algún despistado viandante se querrá llevar consigo.

Hasta el césped había cambiado su color a tonos transparentes debido a que su leve superficie había sido tapiada. Tiempo ha que no veíamos semejante conquista de tan inmenso ejército blanco. Mientras dormíamos, silenciosos soldados caían discretos desde el cielo. Y nos vencieron en la noche en calma ocultando nuestra realidad, mientras nosotros nos divertíamos en sueños corriendo por la inmensidad de la mente. Hemos sido derrotados por la fuerza del cielo y la estrategia del agua y del frío.

Sin embargo la revancha se está luchando. Juntos estamos rompiendo sus defensas de hielo. Algunos caen, pero se levantan. Otros, pala en mano, rompen sus murallas. Entre todos dejaremos limpias las vías. Devolveremos al césped su neutro color verde, liberaremos a las flores antes dobladas y masacradas por el implacable peso del cielo. 

La pureza de la nieve decae, sus soldados se desvanecen en espejos, la helada explanada que amenazante nos miraba esta mañana, se irá lentamente hacia el futuro y ella misma regará las flores para que crezcan y se mantengan erguidas para volver a luchar. Pobre nieve, tan dulce, tan blanca, tan sonriente ante las miradas atónitas de aquellos que no esperaban esta guerra. Su pureza está casi muerta. En breve solo será un negruzco y sucio recuerdo que el tiempo y la lluvia se llevarán de las calles, pero que en nuestro corazón permanecerá  vivo.

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