Hablando de mí, conmigo y sin mí

El otro día estuve en una conferencia en la que un buen profesor nuestro del año pasado dio una breve charla acerca de las claves para comprender la obra de Poeta en Nueva York de Federico García Lorca. Estuvo muy interesante.

Sin embargo, la persona que escuchaba atenta dicha charla, o sea yo, se encontraba dividida en dos partes. Por un lado la chica real, ex alumna que interesada escuchaba y reaccionaba a lo que aquel hombre le contaba y, por otro lado, la chica fría, impasible e indiferente que miraba a todas partes y observaba a las sombras que sentadas en otros lugares de la sala escuchaban o lo aparentaban.

En un momento determinado, al principio, el profesor nos dijo a sus ex alumnos que leyéramos un par de textos que puso en su presentación. La chica real, con apariencia y presencia física miraba nerviosa a sus compañeros, debido a que no quería leer esos textos delante de tanta gente anónima, ya que desconocía cómo sonaba su voz por ese micrófono y tenía miedo de no gustarse a sí misma.
La otra chica, la otra cara de la misma moneda, el ente interior que la acompaña, su verdadera forma de ser y de pensar que en la oscuridad de su mente se esconde, tuvo curiosidad. Quiso que ella, la chica real, leyera algún texto. Consideraba que su voz era muy bonita y que tenía que serlo aún más con el micrófono ante un gran número de personas que la escucharían leyendo a su vez el PowertPoint. Esa forma transparente que vivía y aún vive dentro de la real se distanció en ese momento aún más de ella y pensó "qué buena oportunidad para escuchar su voz, su dulce voz, su extraña voz, su única y prodigiosa voz que rara vez se puede oír en pleno esplendor porque nunca la deja fluir".

Finalmente, no consiguió escuchar la melodía del arpa de su garganta porque no se atrevió a hablar.

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