Ira lucem, mors fugit

Descansas. Duermes en tu rico plumaje. La sombra cubre tu inerte cuerpo. Tus sueños momifican el ansia de no volver a verse. Tu vida se esfuma como si nada... como si nada hubiese existido, como si nada vivido fuese un frágil recuerdo. 


El sol comienza a salir por la infinitud del horizonte. Su luz rasga el decrépito y vasto mar de Nada. Las sombras gritan ante la ira del sol, luchan desesperadas por taparlo, por cubrir el ciego paso de la muerte a la vida. Entonces, despacio, pausado, surge, entre la tímida, pero imponente neblina, una luz, una estrella, el lucero de la Naturaleza, el foco que en un escenario hace vibrar la música y a quienes lo observan, el faro que ilumina y guía a quienes lo adoran y hacen de él pura poesía. 
Quiebra la noche, la transforma en arte, la convierte en día, en otro día de espectros pasados, en la luz. Y la luz ilumina la vida. Y los rayos celestes de ilusión y alegría turban tu sueño, te hacen dudar. Tus ojos no saben si deben mirar, si con ello no ciegos quedarán. Pero la curiosidad los puede. Y ellos se abren. Se cierran rápido ante la fogosidad de su ira naciente, de su fuerza constante, de su brillante juventud, de su increíble nacimiento. Acostumbras tus ojos hasta que lo miras, hasta que mantienes un contacto gráfico y visual con esa bomba de luz que puede contigo, que con un grito te convierte en ceniza. 


La luz se vierte por los cristales que luchan por repelerla, pero que solo deben dejarla reflejarse. Tus ojos, de nuevo hechos cristales, hechos espejos de alma se van despertando y reconociendo tu habitación, ayer oscura, infinita, lúgubre; hoy azul celeste, eterna, resplandeciente. 
Y al fin la muerte se va de tu corazón. La injusticia se rompe. La luz divina del sol entra en tu corazón y de la guadaña te libra. Tu juventud vuelve. La ira de la luz vence a los sueños, a la noche y a los versos de muerte. Ira lucem, mors fugit

Comentarios

  1. La ira de la luzp tiene capacidad para vencer a la trémula oscuridad. Un gran relato, enhorabuena.

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