En la Caja de Pandora

Es una caja... No. Nada de eso. Es un abismo donde el cielo y el infierno reciben el mismo nombre, donde el espacio es finito e infinito, donde la luz sale de noche y el día es negro como las sombras que en él habitan, donde las almas no luchan por salir, sino que son bellas durmientes en una torre lejana por intentar usar el huso. Hay corazones también, unos afectados por enfermedades del corazón, otros aviejados por el cansancio de no vivir y otros de color zafiro, bombeando aún desde ese universo la sangre azul de los Dioses que no los necesitan. 

Pandora también vive allí, tiene su casita, de madera, acogedora entre el gentío de artes y sombras, creadas con acuarelas. Vive en su hogar cuando el romanticismo inunda su corazón sin piedad, cuando quiere cuidarse y salir por su universo a pasear con un vestido de terciopelo esmeralda. Quién le iba a decir a la creadora de una insignificante cajita que iba a poder vivir en ella y que tantos seres podrían cobijarla entre sus preocupaciones y descuidos. 

También hay otros entes que quiere escapar, creyendo aún que es posible, creyendo que alguien la abrirá y los dejarán escapar. A otro mundo, desconocido, mucho más espantoso y peligroso que en la monotonía en la que viven, donde las estrellas no salen y la luna es demasiado grande para enamorarte de ella. 

Fuera de la caja, nadie sabe lo que en ella se esconde. Y, sin embargo pensamos que no es terrible, cuando cómodamente nos tumbamos en el sofá a ver la televisión. ¡Ingenuos! 
Una vez escuché a alguien exclamar "¡Que se vaya el tiempo a la Caja de Pandora!". Y éste se sintió mal, desplazado, inútil, cuando intentaba organizar la vida mundana de los humanos. Pero cogió lo imprescindible, un poco de viento y algo de agua para el camino. Abrió la cajita y se metió en ella muy indignado. 
En la caja se celebró una gran fiesta, ya que el tiempo les dio tiempo para organizarla. Le dieron regalos, le ofrecieron un concurso de estrellas fugaces en el que se midió el tiempo del recorrido a ver quién ganaba. Eran felices. Pandora, a su vez, le regaló un alma de júbilo, para que fuera feliz. 

Los seres humanos vivieron entonces un caos. Nunca sabían la hora que era, no podían llegar tarde ni pronto, no veían nada que no fuera tristeza y desesperación. El cielo era un topacio, surgieron muchas lunas que tapaban la ilusión de los humanos que ya no sabían cuándo hacer las cosas. Y, mientras ellos, ignorantes bellacos y caprichosos sufrían sin tiempo a darse cuenta, el tiempo disfrutaba en su nuevo mundo, con su nueva vida en la Caja de Pandora.

Comentarios

  1. No siempre miramos la realidad con los ojos, muchas veces perdemos el tiempo en cosas que nos quitan descubrir nuestro interior

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