Sombras



¿Eres tú? ¿Yo? No, no soy yo. Era. Cuando veía a quienes me hablaban. Ahora ya no veo. Aunque prefiero no ver. No quiero ver. Pero soy ciego. Y eso no lo puedo elegir. Aunque tampoco me gustaría ver. ¿Ver? Para qué. ¿Para verte a ti? ¿Qué eres? ¿Eres algo? ¿Te crees alguien? ¿Mejor que yo? Quizá. Yo tampoco soy nadie. Ni lo seré. O sí. Porque soy ciego. Tú ves. O eso dices. Pero en realidad no ves. Eres otro que dice que quiere sublevarse contra el mundo. Para que te vean. Y se fijen en ti. ¿Y qué? ¿Y qué vas a conseguir con eso? ¿Ver? No. La vista no ve la vida que vosotros veis. La vista ve lo que yo veo. La realidad. Y me miras con el rabillo del ojo. Y te ríes. Y te crees mejor que yo porque soy ciego. Según tú, no puedo hablar de la vida. Porque no la veo. ¿Y tú sí? No. Tú ves la normalidad. Tú ves a gente anónima buscando que los vean. Yo veo la verdad. Porque la verdad no se ve con los ojos. La verdad se ve con el conocimiento, con la sabiduría.

Te me quedas mirando. Yo lo sé. Lo siento. Y te miro. Sé dónde estás. Porque el poder de la mirada duele. Y siento un pequeño pinchazo. ¿Te crees que no? Tu mirada es insegura. Cargada de odio. Porque un viejo como yo, un viejo ciego te está diciendo algo que desconoces. Que sabes que puede ser verdad y que por eso rechazas. Luego me dices a mí, pero el ciego aquí eres tú que no quieres ver la verdad pudiendo verla. Solo la miras. Con indiferencia. Pues te da igual. No es importante para ti porque para ti, tu verdad eres tú mismo.

Yo a veces veo sombras. Con mis ojos. Cuando hay mucha luz, me dejan ver algo, líneas curvas en dos dimensiones. Dibujos. En blanco y negro. Tú dices que para ver eso, mejor no ver nada. ¿Qué sabrá un vidente que no sabe ver? Mucho dices porque ves. Poco dirías si no vieras, aunque no quieras ver. También veo tu sombra. Eres un cualquiera, un alma, simple, desdibujada, fría, pobre. Si no la viera siquiera, también sabría cómo es. Porque para ver al prójimo no hace falta utilizar la vista, sino el corazón, la madurez y la nostalgia. Nunca lo olvides.

Y me miras. Y te das la vuelta. Y te preguntas por qué. Te vas. No te oigo pero lo sé. Tu sombra se ensombrece aún más. Cierras los ojos, lo siento. Y sin ver el mundo, por fin, ves la verdad.

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