Ritmo Sostenido


En esta entrada y en la siguiente, se publicarán los textos que he creado para la página web literaria Ritmo Sostenido que será eliminada próximamente. Así, los textos perdurarán en este blog. 
Como escribí ocho textos relacionados con colores, cuatro serán publicados en esta misma entrada y, los otros cuatro, en otra distinta. 


Rojiámbar


¿Nunca te has parado a pensar en cómo es el amanecer? En cómo se colorea el cielo cuando las nubes dejan pasar solo ráfagas de la estrella que las observa. Sí, esos pilares horizontales de mármol espumoso que se colorean de sol, ofreciéndonos distintos matices de color. A veces absorben ese sangriento matiz -y así lo vemos-: otras veces lo reflejan -y otro color absorbe y observamos-. La pintura cambia en ellas, y en nuestro iris. ¿Por qué tantas veces no somos capaces de pararnos a verlo? A disfrutarlo, a estremecernos con su llanto en días oscuros y a saltar de alegría cuando solo el oro se tercia y el cielo, convertido en ámbar, como una luz puramente eléctrica ilumina nuestra sombra. Aprovecha a verlo, a quererlo y a abrazar a ese techo rubiámbar que desde la altura celestial te cuida y te protege. Puro amanecer, rebelde atardecer. 



Lente Acuática


Se ve un bonito paisaje entre las plantas. La tierra se colorea de un verde claro, pero fuerte. Pero... a maitines, en la noche aún oscura, antes de ser incendiada por una estrella amarillo neón, aún hay agua, pequeñas gotas como lentes, como lupas por las que se ve el cielo, divinos portales en los que se transparentan las flores y desaparece la soledad. El rocío como una lente acuática que baja la temperatura, que solidifica los pensamientos y que liquida al viento. Desaparece. Lágrima de recuerdos imposibles en el inmenso lago del olvido.





Melodía turquesa

¿No lo sientes? Es una canción. Pura poesía. Pura vitalidad que viaja por el aire entre las luces y las sombras. Has encendido el casete. Escuchas, u oyes, te da igual. Total, es vida lo que sale de ahí. Y te preguntas cómo es posible que nosotros mismos hayamos inventado un aparato por donde salga magia. Magia, sí. Magia de colores. Que disfrutas, que te ilumina y que te hace abrir los ojos; y la realidad de la música, mundo aparente, dimensión superficial de tonos índigos. Tu estado es insustancial. Te conviertes en aire, en renovados sentimientos. Canta, baila… vuela. Vuela por la tierra gracias a un milagro del cielo. No sabes lo que sientes, porque es increíble… nuevas sensaciones. El aire cambia de color, cual convexos espejos de discoteca. Azules y verdes que te rodean y te hacen feliz, fosforitos cables divertidos que juegan por tu habitación; melodía turquesa que atraviesa tu cuerpo y te calma el alma





Violáceos ruiseñores

Silencio. Silencio. Silencio. Aún no ha amanecido. El sol aún duerme entre suaves giros en su cama de estrellas. Silencio. La luna vuelve, lentamente a su cama, a su infinito claro de sombra canela. Silencio. Calma. El cielo está ausente. Translúcido. Sin esferas ni formas. En silencio. Ni el esponjoso gentío acecha. Silencio. Silencio. Silencio. . .  Después de la calma viene la tempestad. Y llega. Áspides rojos, azules y blancos. Se enciende la luz. Se colorea la eternidad. Los gallos cantan. Las nubes se despiertan. El sol se desnuda entre sombras grisáceas. Se viste de fiesta, con abrigo de seda. Se pone perfume, el escenario le espera. Sale. Su sombra se ve. Los pájaros cantan elegías a la luna, canciones de cuna y bailan al ritmo de los cantos azules. Los reyes de la mañana entonan la vida, violáceos ruiseñores acompañan la espera. La estrella del día al fin deja verse. El agua camina, el mundo ya vive, de nuevo, la sonata de las olas de la tierra. 








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