[Proyecto de vanguardia] - Aristas curvilíneas



Eterno haz de luceros sin fondo. En llamarada de flores oblicuas te has perdido y no sabes buscarte. Será porque las luminealidades del mundo no te predicen el único prefijo que a ti te procede. O bien será porque no hay nubes ni cielo ni esteradas estrelladas contra abismos de estratos extraños, de girasoles volteados, que miran, que sin más ni menos rompen la vida, acristalan la muerte y, frente a sus ojos, matices de olas, matices de ungüentos de prismas carismáticos. Nebuloides exagerados, hiperbólicas esferas se deshacen en tu contra. No eres nada; ni visceral ni obvio. Ni en la inopia haces de ti un ser estratosférico. La tierra te aborrece porque te haces como iluminación exeterna de las vidas de los inconscientes. Porque, aunque tú ni lo sepas ni lo veas, nada en ti merece la pena existir. En agrios espamteros agujereados y negros de las miradas resquebrajadas de voces etéreas, de lápices oníricos, de óbices exuberantes. Un rayo tan fininervioso compone tu fina hiel de luz luxando las luxaposiciones, las esmeraldas rocas que quiebran tu innubilado ser. 

A nadie le importas. No estralezcas más tu herbívoro acento de almas, de sombras incandescentes que, transformando estalagmitas de acero crean una ruptura oboidal en el cielo. Creas una cicatriz en la mente turbia de cualquiera que te vea, hasta desgarrarse con el desprecio que de ti se desean. Lux de pomelo, de estiércol, de menta convicta y sucedánea: convertida pues; en tremendos escaparates de olvidos rotos, convertida tú entre toda la muchedumbre en aristas curvilíneas, en destrozos, en aspavientos de escaso arqueamiento. Todo el coro anticiclónico te mira, te purpurea y, en sus filas excelsas de terreno núbil, a ti, haz de excéntrico lucero, menor de todos los estratos, a ti, te fusilan en un calcáreo pasado. 

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