Azul


Por la vereda del infinito el río fluye, disperso, ajeno a la mirada de la niña que se deleita en su juventud a observar sus atentos movimientos. Va y viene como el aire, se comprime y extiende por el mundo, por los recuerdos de aquéllos que ya lo han admirado. También se distingue por ser especie de olvido y ansiedad de imaginación, de descubrirlo otra vez entrando y saliendo por los recovecos de la ciudad. Cuántas almas han vivido y caído en alguna de sus orillas. Cuántas lo han visto hundirse en las ilustres flores del nocturno abismo estrellado. Cuántas lo han visto despertarse coloreando la vida y derritiéndose en un dorado marfil al amanecer. En otros tiempos muchas fiestas, desfiles y bailes se hicieron en torno a sus aguas y por la vida que dejaba caer en forma de cascada, con el fin de bautizar a los que emanan de él. 

El Danubio, imperio líquido de la música y del ser. 

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