Ojos, símbolo y espejo


Son un espejo, sí. Los ojos son un espejo. Pero no un espejo cualquiera; no solo reflejan la realidad y lo que ocurre, sino también los sentimientos y las emociones, la realidad y la ficción, la cotidianeidad y la excentricidad. Son reflejos de lo material y de lo abstracto, de lo que escribo y de lo que lees; de lo que pienso al hacerlo y de lo que te imaginas al asumir estos garabatos que aquí están escritos. 

Lector, sí, tú. Imagínate que ves delante de ti dos edificios unidos entre sí por tres pasillos transparentes, cada uno encima del anterior. En cada uno hay una persona, tres en total. Cada una pasando de un lado al otro sin remedio, para llegar al que creen que es su destino. Cada cual sabedora de su vida y desconocedora de la de los otros dos que caminan por los otros pasillos. Yo soy como ellos, una más, fuera de esos pasillos, que los observa ajena a ellos y a los pensamientos que en cada uno de esos ojos se reflejan. Estoy en la calle, sintiendo el frío revelado por el viento que atraviesa mis ojos. ¿No te parece, querido lector, que vivimos en una paradoja? Todos juntos visitando rincones distintos, viendo la misma materia y pensando en dimensiones diferentes. 

Eso ven mis ojos. Ahora también lo ven los tuyos. Piensa que otros, con sus ojos, pueden intentar imaginar los pensamientos que se reflejan en los tuyos, en el símbolo de las vidas de todos, que solo vemos gracias a los ojos. 

Fíjate bien y ten cuidado, querido lector, porque tú ves con tus ojos, pero, gracias a ellos, los demás también ven, también te ven. 

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