10 de noviembre

El tiempo lo dice todo. El tiempo demuestra que lo que se ha dicho que se hace, no se hace y lo que se ha hecho al decir, no se ha dicho. El tiempo ha dicho que dicen que se ha intentado hacer, aun sin resultado. El tiempo ha dejado caer la verdad sobre un manto de dudas. No se ha llegado a nada porque nadie ha intentado realmente nada.

Noviembre. Domingo. Día  redondo, de sobresaliente, de Matrícula de Honor, ¿de fracaso? Cuatro veces en cuatro años. ¿Realidad o ficción? ¿Deseo o traición? ¿Verdad o mentira? Desolación. Desamparo. Desidia. Decepción. Desconfianza. Democracia. ¿Democracia? Meses de dudas, de preguntas, de apuestas y de propuestas. Vernos reflejados en el cristal de la Ley. Un cristal tallado en crudo, grueso, transparente para nosotros que nos refleja  como espejo. Transparente para ellos que nos ven apartados, alejados de ellos. Se ven protegidos por el tiempo, por el poder que se dibujan para sí mismos. 

Pero se acabó el tiempo. El cristal se fragmenta, se resquebraja su uniformidad. Ellos temen, tienen miedo a volver a ganar o a perder, a no saber qué hacer cuando, quizá, el resultado no se decante por nadie en concreto. Se temen a sí mismos y a los demás. Pero sobre todo a las mesas de madera y a las frías sillas metálicas en las que tendrán que sentarse para calentar una respuesta, una decisión, un sí o un reiterado no. 

Nosotros, los votantes, nos vemos reflejados en ese nuevo cristal quebrado. Somos los mismos, pero nos reflejamos muchos más. El voto es el mismo, único por persona, pero vale mucho más si se sabe a quién elegir. Solo nosotros podemos elegir lo que ellos no han sido capaces de hablar.

Comentarios

Entradas destacadas

Violet

La librería, un lugar de ensueño

Reflexiones: verdad e intraverdad

Mientras sigue lloviendo

Paseando por el viento...