En calma


Un leve vaivén se desprendía en el cielo. Las hojas, breves, con sus trazados contornos, ajustados, coloreados por la mina de un lápiz que dibuja sus sombras. Ahí están. Se mueven. Todas al mismo tiempo, hacia distintas direcciones. Cada una tiene un peso, el peso de sí mismas y de su destino. 
Se mueven en calma, siguiendo la brisa del aire. Se mueven y crean una melodía lírica, que hace juego con el silencio, el silencio de la naturaleza. Cierro los ojos. Oigo girar el mundo, pero me concentro en ello y escucho. Escucho el ritmo sostenido de las hojas, brillantes, al moverse bajo la luz del sol. Van y vienen sin pausa. A veces giran sobre sí mismas y reflejan el sol en sus venas. Son sabias y su savia se derrite al son del péndulo que blanquea su cabello hasta el día de partir. Ese día será otro más. Lentamente se soltarán del tallo y con un sonido inaudible descenderán como diosas en el último día por el abismo. Y caerán tranquilas, despacio, bailando por el viento, alegres de rozar la libertad, aunque sea durante unos pocos segundos, ajenas al árbol que las vio nacer y ahora partir. 

En calma, el cielo está en calma. Nada puede romper el deseo de dejarse llevar por el silencio. 

La calma es infinita, al igual que los colores esperanza y muerte de cada una de las hojas. Colores que dependen de la edad y de la especie. Colores que se desvanecen hasta convertirse en cobre, una vez que toquen el suelo como ángeles caídos. 

Las hojas se mueven. 
El viento las mueve.
Con un sonido perfecto.
Con un sonido tranquilo.
Y llega el sueño.
Con el ruido en silencio.
Los ojos se cierran.
El corazón late, apacible.
La naturaleza se pierde.
Reposa ya el alma.
El paisaje está en calma.

En calma.

...

Comentarios

  1. Precioso. Armonía de contenido y forma, con esas aliteraciones en uve, ele…

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