Serás mi pena, pero lloraré contigo

- Hace sol. El rastro de la lluvia ha desaparecido. Ni siquiera se perciben las sombras de los viajantes desesperados. Ya no hay nada. Solo sol. Ilumina la Tierra y la hace crecer, secarse, como tantos enfermos y demasiados rincones del Todo. 
¿Todo? ¿A qué llamas todo? Eres demasiado insignificante. Me hace gracia que te dediques a vislumbrar el mundo por tus ojos, cuando no eres capaz de mirarte a ti y ver que eres el destrozo de lo que no has podido ser. 
- Por eso prefiero mirar al sol.
Te quedarás ciego.
- Y qué. Vea o no con  los ojos, puedo ver. No debería hablar contigo.
No, no deberías. Y sin embargo, ya ves, aquí estás perdiendo el tiempo. ¿Te acuerdas de cuando me queríais?
- Te quería porque servías para algo.
¿Ya no te gusto?
- No eres nadie. 
Me haces realmente mucha gracia. Estás perdido y casi me echas a mí la culpa. Estás loco.
- ¿Y qué si lo estoy?
A mí me da igual cómo estés. De hecho, mejor si no estás.
- ¿Qué vas  hacer tú sin mí? 
Morirme. Pero al menos mi muerte tendrá un valor, un objetivo, un fin, un efecto. La tuya no valdrá nada. No ha servido nunca tu vida para nada, a quién vas a ayudar muriéndote. Eres una desgracia. Aunque te agradezco que estés. Así puedo insultarde sabiendo que nada de lo que yo diga tendrá sentido para nadie, pero sí para ti.
- Ojalá desaparecieras.
No creo. Adoras demasiado al sol y a la luz. Para que yo no esté tendrás que estar solo en la noche, en el vacío. Puedes ir a ver a tu corazón. Parece una ciudad ruinosa, llena de baches. A veces se incendia el aire y se mueren las pocas esperanzas de que algo pudiera entrar. Es muy excitante.
- ¿Solo buscas que me hunda?
Ya estás hundido. Pero me divierte ver cómo muere tu espíritu.
- Eres un demonio.
Bueno, si así te consideras... Soy tú. Sin cara, sin cuerpo, sin problemas, sin felicidad, sin ser. Solo tengo voz para ti. Nadie más repara en mí. En el fondo tu existencia es parecida a la mía, paradójicamente.

- ¿Con quién hablo?
Conmigo.
- ¿Y tú quién eres?
Soy yo y tú al mismo tiempo.
- Me he quedado ciego.
Ya lo estabas.
- ¿Qué puedo hacer?
Convertirte en tu sombra.
- ¿Qué gano yo?
¿Tú? Nada. Serás eso, nada. Lo mismo que ahora. Y yo podré vivir una vida sin sentido. Pero creo que tengo más ganas. Quizá porque nunca he podido vivir. Ni siquiera cuando estamos por ahí.
- ¿Estaré atado a ti?
Sí, claro. Serás una triste marioneta externa al mundo. Atado a un humano que te detesta y que te abandonaría si pudiera. Pero serás feliz. Me odias por ser tu sombra e ir contigo siempre. Es cierto que si tú fueras mi sombra y yo tú, estarías atado a mí, pero tú ya no tendrías sombra. Las sombras no pueden tener sombras. Porque eso supondría estar con alguien y somos seres muy solitarios.
- Tú estás conmigo.
Porque  me da pena tu locura. Vives en una realidad de la que has huido para hablar día y noche como un loco, con alguien que nadie ve. Das pena. Pero yo soy tu pena. Y por eso te ofrezco el cambio.
- Si lo acepto, yo seré tu pena. 
Si lo aceptas serás mi pena, pero lloraré contigo.
- Así sea.

Comentarios

Entradas destacadas

Violet

La librería, un lugar de ensueño

Reflexiones: verdad e intraverdad

Mientras sigue lloviendo

Paseando por el viento...