Lunas de papel albal

     Largas columnas de flores emergen desde la tierra para sumergirse en un hondo pasillo de oquedales transparentes sin fondo de algodón. Las luces del cielo se nutren de las burbujas de etéreos sueños señaladas por orden de las mentes nubladas y dormidas. 

     Burbujas de silicio, adecuadas con zafiros esmeraldas o onirificados en cruces estrelladas de ocho puntas con siete vértices a cada lado. 

     Burbujas amarillentas, corpóreas en humos de azufre plateado, con aliñe turquesa de los condimentos líquidos y gaseosos de los océanos del viento, alejados al fin del mundo terrenal, donde la tierra terrestre del terreno salpica las sendas de sedosas saetas rosadas en tenebrosos sonidos sentados en los senderos sensuales  de una vida violácea, vuelan por las lindas venas de una viola.

     Burbujas oscuras, retadas por el sol a vivir en los ríos de la oscuridad, de la selva serena de los suspiros extraños. Almas de corazones con el corazón en el puño de su alma. 

Burbujas azuladas, 

con verdes hojas y flores moradas

con dulces y coloradas,

 ciruelas rosadas

de miradas aladas

de las múltiples hadas

que cantan baladas

con sus voces doradas. 

     Burbujas y más burbujas, que descienden sin pausa hacia el abismo de plata en la verde baranda, sobre unas lunas de papel transparente, de espejos eternos del papel albal que nutre cada espíritu alado, que vive y pervive sobre la espesura naranja. 

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