Brumas violáceas

   Paisajes tibios de color transparente. Enormes copas violetas dan sombra a otras más pequeñas, sujetas todas solo por un palillo de color negro claro que apenas se aprecia por encima de la acuarela. En el pensamiento, una mancha lila sobre el océano impoluto del papel. En la realidad, un paisaje vegetal en morados perfectamente encadenados. 

   No hay sol, pero la bruma difumina las flores y los grandes árboles que pueblan la intemperie. Tampoco hay luna. Solo bruma. Un pincel suave y nítido dibujando rayas traslúcidas sobre el espejo físico del alma. Se busca una nueva imagen, un nuevo dibujo, un color que dé personalidad a la imagen volátil. Se busca la inspiración, armónica mujer que aparece o desaparece según el transcurso de la función poética. La poesía del corazón incendiado en ganas de volver al pincel, de conquistar con el color el equilibrio de la sombra arrugada. 

   Después de hojas, pañuelos, aguas limpias y sucias y un montón de pinceles usados queda, mudo y distante, el paisaje malva con el que soñé, con su frondoso presente de lejanías claras, sus luminosidades aparentes y sus brumas violáceas a la ausencia del viento.  



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