Hielos con chocolate

   

Imagen realiza por Neila Rodríguez 

   Observar la vida desde el fondo de un vaso medio vacío. Compuesto exclusivamente por tres hielos manchados de chocolate. Un vaso casi acabado, o en camino de llenarse, según cómo se mire. Verte reflejado, deformado, en esos hielos, que te han visto por un momento y en los que tú ves en su cristal algunos recuerdos. Instantes pasados. Un beso. Un abrazo. Una idea. Un proceso. Una flor. Una persona. Un lugar. Una vida. Muchas cosas para tres hielos aún fuertes, cuya vida es tan efímera como insignificante. 

   También ves en ellos reflejada una ilusión. Imágenes imaginadas. Sueños. Esperanzas. Un lugar. Un reflejo de ti mismo. Una acción que aún no ha sucedido. Una suerte que aún no ha llegado. Una persona que vuelve. Un atardecer distinto. Una nueva amistad. Una amenaza que no se ha cumplido. Una vida. Infinitas cosas que aún no han ocurrido, pero que descubres en tres hielos, cuya vida es tan efímera como insignificante.

   Por  fin ves lo que hay. Reflejan en sus paredes cristalinas a la persona que los mira. Le ofrecen la visión de su presente. De su persona. De su aspecto. De sus conocimientos. De sus sentimientos. De sus lágrimas y sonrisas. De aquellos que la rodean. Del lugar en el que es ahora. Del futuro que la espera. Del pasado que recuerda. De su vida. Solo son tres hielos con chocolate que pueden demostrar la realidad y la existencia de los ojos que los miran, aunque su vida sea tan efímera como insignificante. 

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