Hadas
Sus cabellos estremecen los corazones de cuantos las ven. Parecen de princesas de otros tiempos, con diamantes y pequeñas piedras preciosas por su valor y su belleza. Cabellos de colorines que caen inciertos sobre sus hombros o que vuelan de un lado a otro como cuando ellas saltan de flor en flor y de rocío en rocío.
Cuerpos diminutos tejidos de dulces y flagrantes vestidos cromáticos. Esencias de olores y de pétalos. Reflejo del tiempo de las flores silvestres y de los animales que se topan con ellas, a las que saludan como si de princesas se tratara, pues no hay personalidad tan hermosa ni simpática como las hadas del bosque. Sus vestidos, además, tienen olores variados: a mar, a polen, a violetas, a plátanos, a moras, a acigüembres, a amapolas, a ratoncillos recién nacidos, a puestas de sol, a saltamontes, a primeros intentos de volar... Reflejan con sus trajes el nacimiento y el crecimiento de la naturaleza a la que pertenecen y aman.
Sus antenas oyen todo y saludan a todo aquel que se acerca, inundando de pasión, ilusión y alegría sus tremendos corazones esperanzados, llenos de hojas y ramas, encantados con los dulces murmullos de las alas de esas hadas que se mueven efímeras en su trabajo infinito de volar y volar sobre el fin de la tierra.
Sus sonrisas, modelos de perfección en las orillas naturales del firmamento. Encandilan al mundo y seducen a las almas que por allí se dejan caer como hojas zigzagueantes entre la brisa de los astros. Iluminan los corazones desesperados y las sombras oscuras de la niebla. Producen un eclipse solar al juntarse con el resplandor viviente de la luna, que por la noche y en su ausencia en el día, cantan y bailan invadiendo de felicidad los surcos inquietos de la noche.
Comentarios
Publicar un comentario