Viento

El viento zarandea sus cabellos ondulados, ajenos al resto de su cuerpo. Son azulados en el reflejo de los mares, de marfil al cristalizarse en los cielos y finamente rubios al girarse entre el juego y las risas. Una melena larga comprendida por fuertes hilos de vida y de alegría, de poderosa juventud y de perfecta armonía. 

El viento acaricia sus labios, de tonalidades varias según el iris de los ojos que observen y de las luces mágicas. Rosados en su joven apariencia a mediodía, rosáceos claros al amanecer, junto a la claridad de los sueños que aún perduran; de un granate casi violeta al anochecer, al acostarse el sol sobre los infinitos muros entre el cielo y la tierra, momento en el que la luna, bella dama de plateados filos esquivos atrae miradas, desconciertos, consuelos y martirios. Pero a esos labios los ama y los seduce durante horas y horas en la infinidad desnuda de la oscuridad de plata. 

El viento adora a esos ojos que solo miran al final de los tiempos, iris astutos que saben rodear las peligrosas rocas y los bellos acantilados de la vida, del camino perdurable entre las hojas de los otoños, los copos de los inviernos, los soles de los veranos y las flores de las primaveras, eternas ellas, de todos los cromas y colores del mundo, reflejados en las pupilas cristalinas de esos ojos de doncella. 

—¿A dónde miráis, vos, que todo lo veis y ordenáis con ese corazón capitán de hermosos ejércitos de flores?

—Sois vos, muy señor mío el que me ofrecéis con vuestra voz y vuestro porte mis ganas infinitas por conquistar este mundo tan bello.

—No, mi señora. Yo no os doy nada en comparación. Vos me otorgáis la vida, las ganas de ser yo y de ser con vuestra persona, si así me lo concedéis.

—Mi corazón es mío y de la naturaleza, fuente milagrosa de deseos. Si Ella me lo permite, yo os daré el mío, aunque sea tan leve cosa entre tanta infinitud.

—Para vos quizá no sea más que un corazón más, un latir como otro cualquiera. Pero para mí es el motor del mío, el alma de mi alma y la razón de mi ser y de mi vivir. Yo sin vos solo soy tristeza, pena y llanto; desesperación y frustración. Acercaos a mí. Quiero rozar con mis manos el oro de la naturaleza que os ha dado, mi bella dama. 

—¡Oh! Qué leal caballero, qué finura de palabras y qué delicados deseos. Siento que la naturaleza me permite entregarme a vos. Yo os amo y solo deseo que seáis feliz conmigo. Nunca querré ofrecer al mundo ni a vos un solo instante de dolor ni de tristeza. Si yo soy vuestra razón de felicidad, sabed que también vos sois la mía. Mis cabellos de oro reflejan ya vuestra sonrisa y mis labios solo desean pronunciar las mágicas palabras. 

—Agradezco por toda la eternidad a la naturaleza que tan perfecta os ha hecho a vos y tan felices días me ofrece a mí. Vida, amor y ser entre nosotros y en los límites del mundo, donde reinan los astros y el viento nos empuja prestos a ser el uno con el otro por el fin de los tiempos.  

Comentarios

  1. Un viaje en el tiempo entre el Medievo y el Romanticismo.
    Creo que aquí sientes nostalgia de sentimientos escondidos que tenías en otros tiempos.

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  2. Amor al límite y en los límites del mundo. Entrega apasionada en un paisaje lírico, idealizado y fantástico como idealiza y fantasea el amor, que, así, crea quizás la experiencia más vívida, extrema y memorable que puede sentir el ser humano. Dialogo de hombre y mujer en el éxtasis de la entrega.

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